Obviamente, no se conoce la apariencia que haya tenido en realidad Eusebio Francisco Kino. La imagen más conocida del misionero es la que realizó la pintora Frances O´Brien en 1962, cuyo original se encuentra en la Sociedad Histórica de Arizona.
En la realización de esta imagen, la señora O´Brian se basó en fotografías de los descendientes de la familia Kino que viven actualmente en la región de Trento. Esta imagen serviría después para que la escultora Suzanne Silvercruy realizara su busto del misionero, la que se encuentra hoy en la Sociedad Histórica de Arizona en Tucsón y en la Galería de las estatuas de Washington, D. C. Además, la Sra. O´Brien obsequió copias de su retrato a la Sociedad Histórica de Arizona, así como al ayuntamiento de Magdalena. Posteriormente, ya durante el descubrimiento de los restos de Kino, al realizarse la conferencia de prensa en que se dió a conocer el hallazgo, algún reportero preguntó acerca de la apariencia que debió de tener Kino, y en respuesta los descubridores señalaron al retrato que colgaba de una pared, diciendo que ese retrato debió de corresponder a la apariencia del misionero.
Pasaron los años, y el escultor Julian Martínez Soros, nativo español aunque nacionalizado mexicano, recibió el encargo de realizar otra estatua del misionero. Para esa obra, de acuerdo con el Maestro Jorge Olvera quien me lo dijo personalmente, realizó una reconstrucción científica de la cabeza del misionero, basándose en mediciones de la calavera que había realizado Arturo Romano, y con esta reconstrucción realizó la obra ecuestre que actualmente se encuentra en Hermosillo y Magdalena, entre otros lugares. Obviamente, para realizar esta escultura también dibujó varios bocetos en los que reconstruyó la cara que plasmaría en su estatua. Uno de estos es el que presento a la izquierda de este párrafo.
Bueno. Si nos tomamos la molestia de comparar el rostro logrado por Martínez con el rostro de uno de los miembros de la familia Kino que nos visitaron durante las conmemoraciones del tricentenario de la muerte del misionero, y que presento a la derecha de este párrafo, encontramos que existe un parecido que salta a la vista de inmediato. Este parecido no se puede deber a una simple casualidad o a alguna otra circunstancia fortuita. A la derecha reproduzco el rostro para que el lector saque sus propias conclusiones.