domingo, 8 de mayo de 2011

De calabazas y puntales

Después de que Kino detuviera en julio de 1696 en su casa de Dolores a los nativos que consideró culpables de la muerte de Saeta, y que para lograr resolver el problema del asilo religioso propuso invitarlos a comer calabaza en la casa del Teniente para que, cuando estuvieran allí arrestarlos oficialmente, sobrevino la condena regional.

El veterano Padre Horacio Polici, misionero en Bacerac y recién nombrado Visitador de las Misiones, le escribió el 21 de septiembre diciéndole que: “con precepto le mandaba” que los prisioneros fueran puestos en libertad. La orden fue, sin embargo, extemporánea, ya que Kino la recibió cuando los nativos se encontraban  ya en manos del Teniente Peralta, por lo que éste le pidió ayuda al Rector, Francisco Xavier Mora, para liberarlos: “Sírvase vuestra Reverencia de avisarme de lo que podemos hacer para conseguirles su libertad…” 

Para entonces, Pólici no se había quedado de manos cruzadas y le había ordenado al Padre Mora que abogara por rescatarlos, lo que éste logró, según informaría: “…antes que se cumpliesen dos días de haber recibido la orden se los saqué al teniente y me los traje sueltos a esta misión [de Arizpe], donde los guardé hasta que les negocié totalmente el perdón por escrito” aunque agregó: “…no me fié en dejarlos en la misión del padre Kino … porque juzgué no estaban seguros…”

Además, para que no se repitiera esa o se diera alguna situación similar, Mora le escribió a Kino “…una carta seria poniéndole a la vista todas las cosas en que había faltado;” aunque después de leerla, éste hizo uso de la función que tenía por entonces de Admonitor, o sea una posición estipulada en las normas Jesuíticas (No 770 de las Constituciones), en la que el superior inmediato nombraba a algún subalterno para que honesta y confidencialmente le advirtiera sobre cualquier cosa, ya sea personal o de su gobierno, relacionada con “lo que piensa debe de ser para el mejor servicio y gloria de Dios;” y así fue cómo Kino le envió una durísima respuesta a Mora, quien se la transcribió al Visitador Pólici, además de agregarle el siguiente comentario: “… descargó sobre mí lo que yo no pondero, y vuestra Reverencia verá que es buena prueba de la reverencia que tiene a sus superiores o de la mucha virtud y humildad del padre…” 

En respuesta, Pólici le respondió el 23 de octubre: “La carta del padre Kino está para Roma. Una resma de papel no bastará ahora para contrapuntear la carta del padre Eusebio con argumentos todos fortísimos, pero nos cansamos de balde, él no lee papeles, sino especulando formalidades para seguir con su tema…” y concluía su misiva pidiéndole a Mora que, como Rector, reprendiera a Kino. Pero éste se excusó, ya que “… temía que el padre Kino me revolviese otra peor, pues estaba tan fresca la mano que me había dado su Reverencia….”

Y así corrió la voz sobre esta pugna. El Padre Manuel González, cuyos huesos junto con los del Padre Ignacio Yturmendi acompañan actualmente a los de Kino en su cripta, y que había precedido a Pólici como Visitador, se puso ahora del lado del Padre Mora y le escribió, apoyándolo; pero además agregaba un juicio que reforzaba lo expresado por Pólici en el  párrafo anterior de este artículo, además de poner en contexto de las pugnas de la élite intelectual novohispana y de la Pimería lo que sucedía entonces: “…la carta de Vuestra Reverencia para el padre Kino está muy buena. La del padre Kino está trabajosa como su Reverencia escribió de Sigϋenza…”

¿Porqué ligaba González esta carta admonitoria de Kino con lo sucedido con el cometa?  Pues porque para el Padre González, al igual que para Pólici, ésta era otra manifestación más de la tendencia de Kino a reinterpretar los hechos, en sus textos, a su favor, ya que si anteriormente, a su llegada a la Nueva España, Kino había provocado una polémica gratuita con Sigüenza  cuando escribió su “Libra Astronómica” en la que ligaba la aparición de un cometa con buenos augurios para el gobierno, obra que había provocado a Sigüenza a responderle con su “Exposición Astronómica…”  (Puedes ver aquí el artículo de esa polémica). en la que negaba la capacidad de los cometas a producir buenos o malos sucesos terrenales; mientras que ahora en su amonestación nuevamente Kino reinterpretaba lo sucedido; ambas acciones, la del cometa y la carta admonitoria de Kino eran vistos por los demás misioneros pimalteños como manifestaciones de la tendencia de Kino para reinterpretar los hechos a su favor.

Y así fue cómo, al terminar ese año de 1696, se manifestaban en el teatro pimalteño dos perspectivas: por un lado la opinión de los superiores inmediatos a Kino de que éste se sujetara a las normas establecidas, y por la otra la visión de las autoridades superiores de que era necesario apoyar la capacidad del misionero tridentino para lograr la conquista espiritual y material pimalteña.

Aún el padre Pólici se vio envuelto en la polémica: el 1 de noviembre le ordenaba a Mora que confiara a Kino la conquista de nuevas misiones entre los indios Sobaipuris en el río San Pedro, en el actual Arizona, ya que “esta obra [será] de muchísimo servicio de Dios y del rey,” aunque el mismo día verbalmente le ordenó al Padre Agustín de Campos, de San Ignacio, que se hiciera cargo de esa misma tarea. Campos, a su vez, le hizo saber ésto a Mora quien, confuso, obedeció la orden que había recibido por escrito y le encargó a Kino la empresa del río San Pedro, aunque comentó: “supuesto que el padre Campos sabe muy bien la lengua y el padre Kino no, éste se pudiera quedar en su Cotzari y el padre Campos andar en la empresa…”

Todo lo anterior mereció un comentario del mismo Padre Pólici quien, refiriéndose a la edad de Kino, cincuenta y un años, escribió: “El puntal viejo y tuerto lo miro, pero hasta no tener puntales nuevos es fuerza valerse de él.”

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