martes, 28 de enero de 2014

el rostro de Kino


Obviamente, no se conoce la apariencia que haya tenido en realidad Eusebio Francisco Kino. La imagen más conocida del misionero es la que realizó la pintora Frances O´Brien en 1962, cuyo original se encuentra en la Sociedad Histórica de Arizona.

En la realización de esta imagen, la señora O´Brian se basó en fotografías de los descendientes  de la familia Kino que viven actualmente en la región de Trento. Esta imagen serviría después para que la escultora Suzanne Silvercruy realizara su busto del misionero, la que se encuentra hoy en la Sociedad Histórica de Arizona en Tucsón y en la Galería de las estatuas de Washington, D. C. Además, la Sra. O´Brien obsequió copias de su retrato a la Sociedad Histórica de Arizona, así como al ayuntamiento de Magdalena. Posteriormente, ya durante el descubrimiento de los restos de Kino, al realizarse la conferencia de prensa en que se dió a conocer el hallazgo, algún reportero preguntó  acerca de la apariencia que debió de tener Kino, y en respuesta los descubridores señalaron al retrato que colgaba de una pared, diciendo que ese retrato debió de corresponder a la apariencia del misionero.

Pasaron los años, y el escultor Julian Martínez Soros, nativo español aunque nacionalizado mexicano, recibió el encargo de realizar otra estatua del misionero. Para esa obra, de acuerdo con el Maestro Jorge Olvera quien me lo dijo personalmente, realizó una reconstrucción científica de la cabeza del misionero, basándose en mediciones de la calavera que había realizado Arturo Romano, y con esta reconstrucción realizó la obra ecuestre que actualmente se encuentra en Hermosillo y Magdalena, entre otros lugares. Obviamente, para realizar esta escultura también dibujó varios bocetos en los que reconstruyó la cara que plasmaría en su estatua. Uno de estos es el que presento a la izquierda de este párrafo.  

Bueno. Si nos tomamos la molestia de comparar el rostro logrado por Martínez con el rostro de uno de los miembros de la familia Kino que nos visitaron durante las conmemoraciones del tricentenario de la muerte del misionero, y que presento a la derecha de este párrafo, encontramos que existe un parecido que salta a la vista de inmediato. Este parecido no se puede deber a una simple casualidad o a alguna otra circunstancia fortuita. A la derecha reproduzco el rostro para que el lector saque sus propias conclusiones.


lunes, 12 de diciembre de 2011

El Verdadero Significado de la Obra de Kino


En un erróneo afán por ensalzar  la obra de Eusebio Francisco Kino, se ha sostenido que introdujo la agricultura, la ganadería o ambas, ya sea a la Pimería Alta o a Sonora. Este es un desliz de apreciación histórica que de ninguna manera debe de desmerecer la obra del misionero.

Veamos, primero, la inexactitud de esta atribución a través de algunos ejemplos: años antes del arribo de Kino a la Pimería, cuando éste aún se encontraba en Europa, ya se extendía un rancho ganadero por las praderas cercanas al actual San Lázaro. El mismo Juan Matheo Manje, compañero militar de Kino en sus exploraciones, nos dice que allí “antiguamente, tubo en este puesto Juan Martín Bernal, español, una estancia de ganado vacuno y cavalladas de más de 6 mill cavesas…”  Además, también José Romo de Vivar tuvo otro rancho ganadero en el mismo lugar, años después. Finalmente,  Munguía Villela de igual forma tuvo otro rancho ganadero en las cercanías de donde años después Kino establecería su misión de Santa María (actualmente Santa Cruz).

Por eso es que si buscamos el significado real de la herencia de Kino, debemos entender primero que en la Pimería Alta se realizó el último esfuerzo de expansión del imperio Español y de evangelización en el Noroeste de la Nueva España. Las misiones establecidas por el misionero definieron, desde entonces, una frontera.

Durante aquellos años fue frontera entre la civilización europea y el mundo de los “gentiles” como se les conocía a quienes no habían recibido el bautismo. Fue frontera entre la región de habla hispana y las rancherías en donde se expresaban utilizando algún idioma nativo; frontera entre lo europeo y lo nativo;  frontera entre donde se practicaba el catolicismo y las religiones nativas.

Y así pasaron los años, y el impulso desarrollador de Kino con el paso del tiempo se fue convirtiendo en el último que intentó incorporar más regiones del noroeste bajo la égida del Imperio Español. No hubo intentos posteriores para llevar los límites del Imperio Español más allá. Y así fue cómo, cuando surgió Estados Unidos y se firmaron primero los Tratados de Guadalupe-Hidalgo y La Mesilla después, esta frontera cambió su significado al de una zona limítrofe entre dos naciones: entre México y los Estados Unidos.

Así fue cómo la antigua Pimería Alta se convirtió en la frontera entre los pueblos en donde predominaban los parlantes del idioma Español y aquellos en donde el Inglés imperaba; entre los pueblos católicos y los protestantes; entre las costumbres gregarias nuestras y las austeras del anglosajón.

Frente a esta situación, podemos muy bien hacernos la pregunta: ¿Qué habría pasado entre nuestras dos naciones si Kino no hubiera llegado a la Pimería Alta? Y tenemos que la respuesta es sencilla: tal vez el Imperio Español habría llegado a colonizar a esta región aunque, de seguro, lo habría logrado años más tarde de cómo sucedió. Así se habría colonizado la Pimería Alta cuando las condiciones geopolíticas eran ya diferentes, cuando el Imperio Español se encontraba en franca decadencia y toda Iberoamérica estaba más cerca de su independencia.

Y en lo internacional, en caso de que se hubiera dado, la conquista de la Pimería Alta por España, ésta habría ocurrido cuando la nación vecina se encontraba en franco proceso de expansión. Hay que recordar que Estados Unidos promulgó su independencia en 1776, casi una década después de la expulsión de los Jesuitas de los dominios españoles y ocho años después de que fueran reemplazados por los Franciscanos en 1768. Y aquí hay que recordar que no es coincidencia que el afán expansionista estadounidense únicamente se vio frenado aquí, en esta región.

¿Qué significa todo ésto? Pues sencillamente quiere decir que el legado de Kino se encuentra en la geografía política y no en la introducción o no de la ganadería o agricultura a la región. Debemos entender que, gracias a Kino, la frontera entre México y los Estados Unidos es como la conocemos hoy. Gracias a Kino, en esta región se habla Español y la religión tradicional es el catolicismo, gracias a él existe, aquí, una cultura que constituyó una barrera infranqueable para la penetración anglosajona. Y también, gracias a Kino, cuyo  afán de vida fue encontrar un camino por tierra que comunicara Sonora con Baja California, años después, cuando se discutía la frontera actual entre nuestras naciones, México se negó a aceptar una frontera que no permitiera la comunicación por tierra con Baja California. Por eso existe ese curioso ángulo en la frontera que permite la comunicación directa entre Sonora y Baja California



domingo, 4 de diciembre de 2011

La Pimería Alta después de Kino

Después del fallecimiento de Kino, la Pimería Alta continuó su vida cotidiana. El Padre Luis Javier Velarde se hizo cargo de la misión de Dolores, que había estado a cargo de Kino, y el Padre Agustín de Campos continuó, desde San Ignacio, la labor misional en el Valle del Asunción; para 1715 había realizado tres viajes a la costa sonorense, y en 1721, acompañado de Manje la visitaría nuevamente, intentando encontrar al misionero californiano, Juan de Ugarte, quien había construido un barco para explorar la costa, aunque sin éxito.  A su vez, Manje seguiría su vida en el Norte del actual Sonora, formando una familia y estableciéndose en lugares relacionados con la minería, ya que vivió en Tetuachi, Nacozari y Bacanuchi hasta su deceso que debió de ocurrir poco después de 1736. El Padre Juan María Salvatierra, por su lado, sobreviviría a Kino seis años, y para entonces los Jesuitas habían fundado siete misiones califórnicas.

En 1727 llegó a la Pimería el Obispo de Durango, y al atestiguar la precaria situación de la región, consiguió más misioneros. 1732 vería el arribo de tres jesuitas nativos de Europa Oriental, Segesser a San Xavier del Bac, Grashoffer a Guevavi (situada a unos 10 Km al Norte del actual Nogales, Arizona), y Keller a Suamca (actual Santa Cruz), los que se encargaron de continuar la labor misional y exploratoria.

Por esos años, las pugnas por la tenencia de la tierra entre misiones y españoles aún no existían. Posiblemente los misioneros y militares alentaban el establecimiento de ranchos en regiones apartadas de la labor misional que sirvieran de protección contra los apaches. Así sucedió en el río Santa Cruz con el establecimiento del rancho de Diego Romero, Santa Bárbara, en 1727, desde donde se extendieron a otros más por esa región: en 1741 se les adjudicaban dos sitios y medio de terreno a los herederos de Romero en el antiguo rancho ganadero de Kino, San Luis, mientras que Santa Bárbara pasaba por entonces a posesión de Gabriel Antonio de Vildósola.

En 1736 era descubierto, al suroeste del actual Nogales, Sonora, un yacimiento con enormes lozas de plata pura, la mayor de las cuales llegó a pesar dos toneladas. Era un lugar aledaño al puesto del Arizona que desde entonces lleva el nombre de Planchas de Plata. Se ordenó el embargo de lo encontrado, inició la investigación si era yacimiento natural o tesoro enterrado, aunque los constantes ataques apaches y el agotamiento del metal superficial llevaron al abandono del lugar. De cualquier manera, su fama continuó a través del tiempo hasta heredarle su nombre al actual Estado de Arizona.  El panorama se veía promisorio: el Padre Sedelmayr, desde Tubutama, se había encargado de continuar la expansión misional en toda la Pimería Alta, realizando viajes exploratorios al río Colorado en 1744, 1749, 1750 y otro más después de 1751, además de escribir un informe de sus actividades e ir a la Cd. de México para promover otro impulso misionero más para la región.

Sin embargo, este crecimiento de ranchos y arribo de mineros españoles llevó al mayor problema que viera la Pimería Alta en toda su historia. En noviembre de 1751, una rebelión encabezada por el Pima Luis de Sáric sacrificaba a los misioneros de Caborca y Sonoita y de sus españoles y gente de razón; en Oquitoa fueron muertos 20 españoles más; en Sáric mataron a los españoles y fueron destruidos todos los asentamientos situados entre esa misión y la de San Javier del Bac, a la vez que en Tubutama fue atacado el pueblo. No corresponde a este espacio la crónica del levantamiento, aunque debo agregar que resultó en un éxodo generalizado de españoles de la Pimería Alta y en el establecimiento, por el gobierno, de los presidios (fuertes militares) de Tubac y Altar.

Otra consecuencia de este levantamiento, aunque de muchísimo mayor importancia, ocurrió en 1767 cuando todos los misioneros jesuitas fueron expulsados de los dominios españoles y reemplazados el año siguiente por los frailes franciscanos aunque  bajo otras condiciones de trabajo.

Poco después, el día 14 de octubre de 1775 pasaba por el entonces despoblado arroyo de Los Nogales una expedición de más de un centenar de colonos encabezados por el Cap. Juan Bautista de Anza hijo. Ellos lograron llevar a cabo la idea que sostuviera Kino durante toda su estancia en la Pimería Alta: establecer una ruta por tierra entre Sonora y California. Su motivación, sin embargo,  no fue establecer el comercio con Asia sino proteger California de las incursiones rusas. Después de su paso, el silencio regresó al arroyo, a esperar un siglo más para que naciera una población dividida por una frontera internacional que entonces no existía, en estas ciudades que hoy conocemos como Ambos Nogales.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La muerte de Kino

No sabemos si Eusebio Francisco Kino realizó durante su vida más expediciones que las que he citado en esta serie de artículos, ya que no hay mención de alguna posterior a la última que mencioné. De cualquier manera, durante los meses siguientes a su última expedición registrada, continuó con su preocupación por abastecer las misiones califórnicas.  En diciembre de 1709 le escribía al Padre Juan de Yturberoaga, Procurador de la Provincia Jesuita de Nueva España: “El padre rector Juan María de Salvatierra da a entender que mi principal obligación [es] socorrer a la California por disposición de nuestro padre general …” Así, siguiendo esa tarea, transcurrieron los últimos meses de la vida del misionero pimalteño quien, desde su misión de Dolores, veía cómo había ido creciendo la Pimería Alta como abastecedora de las misiones califórnicas.

De esta manera llegó el 15 de marzo de 1711. Esa fecha le tocó asistir a la dedicación de una nueva capilla en la iglesia de Magdalena y nuestro misionero debió recorrer nuevamente ese camino que había recorrido tantas veces desde aquél lejano 1687 en que llegó, y que lo separaba de la cuenca del San Miguel, donde se encontraba Dolores, de la del Asunción, ubicación de Magdalena; así remontaría la sierra del Torreón que aún hoy domina el paisaje desde la carretera internacional y entraría al valle magdalenense. Ya en Magdalena, celebrando la ceremonia de dedicación de la capilla de San Francisco Xavier se sintió mal y esa noche falleció. Al padre Agustín de Campos le tocaría enterrarlo y registrar su fallecimiento en un acta cuya imagen aparece a la derecha y reza:
 
Año de 1711. En quince de marzo, poco antes de medianoche, recibidos los santos sacramentos, murió con grande sosiego y edificación en esta casa y pueblo de Santa Magdalena el padre Eusebio Francisco Kino, de edad de setenta años. Mntro de Nuestra Señora de los Dolores, fundada por el mismo padre, el cual trabajó incansablemente en continuas peregrinaciones y reducción de toda esta Pimería. Descubrió la Casa Grande, ríos de Gila y Colorado, y las naciones cocomaricopas y sumas y los quicamaopa de la isla; y descansando en el Señor está enterrado en esta capilla de San Francisco Xavier, al lado del Evangelio, donde caen la segunda y tercera silla, en ataúd. Fue de nación alemán, de la provincia a que pertenece Bavaria. Habiendo sido antes de entrar en la Pimería misionero y cosmógrafo en la California, en tiempo del almirante don Isidro de Otondo. Agustín de Campos S.J.

Al leer este texto, de inmediato varias inexactitudes llaman nuestra atención. De ellas, las más notables son que la edad verdadera de Kino, quien fue bautizado el 10 de agosto de 1645, era al momento de su muerte 65 años cumplidos y no setenta como asentó Campos. Además, que Campos aún entonces y contra la opinión de Kino, pensaba que California era una isla. Finalmente, tendríamos la mención de que fue alemán, ya que el mismo Kino no estaba seguro de su nacionalidad o que el apellido del alimrante califórnico fue Atondo, no Otondo. (Debo agregar que la imagen del acta de fallecimiento del misionero que adorna este artículo fue editada. El original ocupa dos páginas, el final de una y el inicio de otra) 

No podemos deducir la enfermedad que le causó la muerte a Kino en caso que no haya sido simplemente la edad. Manje mismo nos orienta hacia una pista probable sobre las enfermedades que, crónicamente, enfermaban a Kino y que apuntan a malaria:  “En las fuertes fiebres que le daban, no provava nada en 6 días que más que levantarse a celebrar y acostarse; y, deviltanto y desmaiando la naturaleza las extinguía.”

Y en cuanto a su temperamento, también Manje nos lo explica:  

“sus conversaciones eran los melifuos nombres de Jesús y María y las combersiones de los gentiles, por quienes siempre pedía a Dios… Conozí era de natural colérico quando reprendía al que pecava públicamente; y, si despreciaban su persona, lo atemperava tanto que ya avía hecho ávito de realzar a quien con vilipendios, denuestos e ynproperios lo maltrataba de palabra, obra o por escrito, usando los superlativos de “reciví la gratísima, estimadíssima” y otros de obsequio y agradecimiento; y, si era en su cara, yva a abrazar al que los decía, diciendo: “es vuestra merced y a ser mi queridíssimo dueño, aunque no quiera” Y luego yva quizá a ofrecer los desprecios al Divino Señor y Dolorosa Madre a cuio templo entrava a rezar cada día cien vezes. Y después de cena, viéndonos ya acostados, se entrava en él, y, aunque me trasnochava leiendo, nunca le oí salir para coger el sueño que era bien parco.”

En 1712, un año después de la muerte de Kino, el Padre Campos desenterró los restos de los padres Ignacio de Yturmendi y Manuel González de Tubutama, donde habían sido inhumados al morir allí, y se los llevó a Magdalena, en donde los reinhumó  a los lados de los de Kino. Allí pueden ser vistos actualmente por el viajero, acompañando a los del misionero trentino.