domingo, 19 de diciembre de 2010

Kino en la Ciudad de México


Y así, llegó Eusebio Francisco Kino a la Nueva España en junio de 1681, cuando la fama de sus estudios le habían precedido, por lo que la élite intelectual novohispana lo recibió con los brazos abiertos. Además, la Duquesa de Aveiro le había enviado una recomendación del aspirante a misionero a su prima, la Virreina de la Nueva España, María Luisa Gonzaga, Condesa de Paredes.

La Ciudad de México se había convertido para entonces en el principal centro de expresión cultural de un naciente nacionalismo. Dentro de este escenario,es muy probable que haya sido Don Carlos de Sigϋenza y Góngora quien llevó a presentar a Kino ante Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco de Florencia o Fray Agustín de Vetancourt y demás intelectuales novohispanos. El mismo Sigϋenza y Góngora nos cuenta cómo puso él en contacto a Kino con sus amigos novohispanos: “…por las noticias que corrían de ser eminentísimo matemático, estimulado del deseo insaciable que tengo de comunicar con semejantes hombres … me entré por las puertas de su aposento, me hice su amigo, lo llevé a mi casa, lo regalé en ella, lo introduje con mis amigos…”
Don Carlos de Sigϋenza y Góngora

Carlos de Sigϋenza y Góngora era para entonces uno de los más reconocidos sabios mexicanos. De la misma edad que Kino, ya que había sido bautizado cuatro días después que el futuro misionero, fue el segundo hijo del peninsular Carlos de Sigϋenza y Dionisia Suárez de Figueroa y Góngora, a su vez sobrina del Poeta español, Luis de Góngora. Para entonces era ya reconocida su trayectoria en el mundo de la ciencia, y actualmente se le reconoce entre los principales promotores de la ciencia y el nacionalismo mexicanos.

Sor Juana, que era pocos años menor que Kino y a la llegada del misionero a la Nueva España ya se había incorporado a la orden de las Jerónimas, para entonces se había convertido en una famosa poetisa. Francisco de Florencia, por otro lado, era veinticinco años mayor que Kino y al igual que él era jesuita; había llegado a México contemporáneamente a nuestro misionero y sería uno de los principales promotores del guadalupanismo mexicano. Finalmente, Fray Agustin de Vetancurt (una de las formas ortográficas de su apellido), de la misma edad que Florencia, era ya reconocido entonces por su "Arte de Lengua Mexicana," aunque otras obras suyas posteriores, como "Teatro mexicano," lo transformarían en uno de los principales mexicanistas.

Con Sigϋenza, Kino de inmediato intercambió información acerca de las observaciones del cometa que había visto en España. El sabio mexicano acababa de escribir una serie de libros en que negaba validez a la interpretación astrológica de los cometas como precursores de males y calamidades. Así, en enero de ese año de 1680 había publicado su “Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos,” y poco después su “Belerofonte Matemático contra la Quimera Astrológica.”

Lo que no sabía Sigϋenza, ni Kino le mencionó, era que el jesuita escribía por entonces un libro que llevaría por título “Exposición Astronómica de el cometa que el año de 1680…” en el que argumentaba precisamente lo contrario, que los cometas eran precursores de desastres. El mismo Sigϋenza nos cuenta cómo supo que los rumores que habían llegado a sus oídos de que esta publicación de Kino eran ciertos:   

“…vino a mis manos por las del reverendo padre, que me la dio con toda liberalidad un día que (como muchos otros lo hacía) me visitó en mi casa; y despidiéndose para irse aquella misma tarde a las provincias de Cinaloa, me preguntó que en qué me ocupaba entonces. Y respondiéndole que no tenía cosa particular que me precisase al estudio, me instó que en leyendo su libro no me faltaría que escribir y en que ocupar el tiempo con lo cual confirmé la verdad de los que me lo habían prevenido y me di por citado para el literario duelo a que me emplazaba…”

En el texto de su libro, Kino incluía algunos elementos que, cada uno por sí sólo, causarían el distanciamiento entre ambos personajes: estaba dedicado al Virrey, Conde de la Zerda, mientras que el “Manifiesto Filosófico” de Sigϋenza estaba dirigido a calmar a la virreina de temores infundados contra los cometas. Además, hay otros elementos en la “Exposición Astronómica” que han sido dejados de lado por los estudiosos. En primer lugar, siguiendo a las autorizaciones para su publicación, Kino incluye un poema anónimo que hace referencia al tema de la obra:

"Pues dexa el libro campo a elogios libre,
Más que por elección por congintencia:
Alto. Corra de Euterpe en la cadencia,
Libre del Sol, y el mar a el escarmiento,
De la feliz laguna al sacro río.
Y del Naguense Guadalupe al Tibre,
(A pesar del sagrado encogimiento
de su autor no elocuente,  mas que pio
Eusebio que felice piedad suena,
verde observancia o religión amena),
O crinito lucero la alta fama 
De la elocuencia, que peinó tu llama,
Huesped de nuestros ojos lunas quatro
Annuas porciones de distincto Henero,
De ochenta aquel, de ochenta y uno aqueste,
Util, como elegante passagero
Representaste quantos desengaños
A los futuros, y presentes años;
En tu papel celeste,
Quando de barba, quando de cabello,
Con mas, o menos vello
... 
De infortunios no origen, sino amago,
Si al fin te discurrió, no hayas sospecha,
De menos aceptable,
no de plausible menos;
Quando Hipocrita aziago
Entre los rayos de tu luz serena
A lo invisible solo formidable,
Bien qual grito sin voz, rayo sin truenos,
Feliz te contempló del arco flecha
De aquel inescrutable amor, que quiere
Muera ninguno, en fee, de que el no muere,
O qual favor en si, si acá sentencia
Del justo acuerdo de su amante audiencia,
Que el terco delinquir de los mortales
Intenta bienes, conminando males."

Hay quien le ha atribuido este poema anónimo a Sor Juana; pero además, partiendo del conocimiento de que en la obra la poetisa abundan los textos apologéticos dirigidos a los Virreyes de Nueva España y a sus esposas, esta obra de Kino contiene también una especie de prólogo escrito en una pluma que por su dominio del lenguaje y uso de alegorías literarias debió haber sido escrito por ella. En el mismo, por ejemplo, se hace referencia al nombre del Virrey, Tomás Antonio Manrique de la Zerda, miembro de la Casa de Medinacelli, en una parábola literaria comparándolo con la eclíptica celeste que cruza la mitad del cielo:

"puesto que la Augusta Zerda, que os renombra a un tiempo une, y estiende por tantos esclarecidos heroes, como os ascienden, en vuestra Real casa; mas esplendores que en las suyas el Zodiaco; Hermosa sobre galana similitud, a que se llega ser celeste, y vos Medina Coeli. Porque de la suerte que aquel circulo maximo entre los otros sus paralelos arabanca mas cielo, y abraza mas lucientes familias de aquel orbe, a causa de que la que llamamos Ecclípptica se contempla a la traza, o idea de una no menos dichosa que delicada hebra..."  

Sor Juana Ines de la Cruz
De cualquier manera, no hay duda de que la monja mexicana estuvo relacionada con la obra de Kino, ya que ella le compuso el siguiente poema en el que subraya específicamente lo que intepreta como racionalismo del jesuita en su obra sobre el cometa:


Aunque es clara del Cielo la luz pura,
clara la Luna y claras las Estrellas,
y claras las efímeras centellas
que el aire eleva y el incendio apura;
aunque es el rayo claro, cuya dura
producción cuesta al viento mil querellas,
y el relámpago que hizo de sus huellas
medrosa luz en la tiniebla obscura;
todo el conocimiento torpe humano
se estuvo obscuro sin que las mortales
plumas pudiesen ser, con vuelo ufano,
Icaros de discursos racionales,
hasta que el tuyo, Eusebio soberano,
les dió luz a las Luces celestiales.

Sigϋenza publicaría en 1690, cuando Kino ya estaba en Sonora, su “Libra Astronómica” en la que rebatía, uno por uno, los argumentos de Kino. Pero además, en este texto se refiere al poema publicado en el libro de Kino, “…no se rearguya con sonetitos sin nombre, ni se le pongan objeciones donde no se puedan satisfacer, sino publíquense por medio de la imprenta para que las podamos oir.”

Sor Juana, a su vez, publicaría un soneto dedicado a Sigϋenza en el que nos da a entender que en realidad no entendía muy bien el mensaje científico del sabio mexicano:

"no el sacro numen con mi voz ofendo,
ni al que pulsa divino plectro de oro
agreste vena concordar pretendo;
pues por no profanar tanto decoro,
mi entendimiento admira lo que entiendo
y mi fe reverencia lo que ignoro."

Los dos últimos versos de este soneto escrito por Sor Juana a Sigϋenza merecieron el siguiente comentario del erudito mexicano, Alfonso Méndez Plancarte, quien publicó sus obras completas:

"mi fe, no teológica, sino humana (o sea, aquí el acatamiento de la reconocida maestría del artífice), reverencia lo que ignoro: confía en que entrañará seguras bellezas, aun tal o cual pasaje que hurte su sentido a las primeras lecturas"... -No ironía (insospechable en la mutua y cordialísima estimación de Sor J. y Don Carlos), sino ilustre lección de respeto a quien lo merece." 

Sin embargo, después de conocer estos datos que Méndez Plancarte no tuvo a su alcance, no estoy tan seguro de que este soneto no haya tenido su vena irónica.

De cualquier manera, parece ser que el distanciamiento entre la Musa Mexicana y Sigϋenza no fue permanente, ya que en 1695 al erudito le tocaría pronunciar la oración fúnebre en ocasión del fallecimiento de Sor Juana. Sin embargo, el cisma abierto entre Sigϋenza y Kino no pudo ser reparado y en mi opinión sería causa de que, años después, Juan Matheo Manje no haya querido aceptar la peninsularidad californiana. Pero no debo adelantarme…

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