Así, después de la expedición de los últimos días de 1683 en que los colonos buscaron sin éxito un camino que atravesara la “isla de California”, éstos dedicaron los siguientes meses a afianzar lo logrado en San Bruno. Se construyeron las habitaciones de los españoles, se sembró y los misioneros empezaron la tarea de aprender los lenguajes nativos.
Los meses pasaban, sin embargo, y la situación se deterioraba. Se declaró una terrible sequía y el barco de abastecimiento no regresaba. En Sinaloa se acumulaban las peticiones de más recursos y más misioneros y no se lograba encontrar la forma óptima de satisfacer las peticiones de los nuevos californianos.
Así, el Provincial Jesuita en la Nueva España acordó que el Padre Juan Bautista Copart, misionero de la Tarahumara, acompañara a Kino y a Goñi, aunque no fue sino hasta casi un año después de partir, cuando el 10 de agosto de 1684 llegaba finalmente el barco La Almiranta a San Bruno trayendo las provisiones y al padre Copart. Eran en total 20 personas que acompañarían a los 71 que ya vivían allí.
El 29 de agosto zarpaba nuevamente La Almiranta, ahora para traer bestias de carga y en él iba Kino. Regresaron de inmediato y otra vez zarpó el barco a traer más provisiones. En total fueron cuatro viajes para abastecerse en las misiones de la costa sonorense y ya en la quinta fue enviado el barco a Sinaloa para reparaciones. En él iba el padre Copart.
El mismo día que partió el barco, a mediados de diciembre, Kino y Atondo salían de San Bruno. Los acompañaban el médico José de Castro, veintinueve soldados, dos muleteros y nueve indígenas del continente, además de los naturales de la región que iban también y ochenta y una bestias. La meta era atravesar California y llegar a la llamada “mar del Sur,” al Océano Pacífico.
Siguieron la misma ruta de la última expedición, continuando por el escabrosísimo arroyo, hasta que llegaron al punto final de la visita anterior, ya en la vertiente oceánica y sobre el arroyo Comondú, y luego siguieron por el territorio de los Güimes, entrando al arroyo conocido hoy como La Purísima. Era una región peñascosa aunque siguieron el cauce del arroyo y finalmente llegaron a una zona cubierta de dunas, y poco más adelante, “por lo más bajo de un médano subimos y bajamos a la playa, a tiempo de la bajamar;” era el océano.
Un poco más hacia el sur, en un estero, desembocaba el río que habían venido siguiendo. Dispersas entre las arenas encontraron huesos de ballenas y “unas conchas de raro y vistoso oriente, de los colores del arcoiris, mayor cada una de ellas que la mayor concha de nácar,” y entre ellas otras de abulón, iridiscentes, de color azul. Kino no las olvidaría.
Intentaron cruzar el río pero era demasiado hondo y decidieron seguir su cauce, corriente arriba, para acampar. Encontraron un lugar adecuado y allí establecieron su real. Al día siguiente, el último de 1684, Kino y Atondo exploraron por la costa rumbo al Norte aunque sin éxito. No encontraron ningún puerto; desalentados, regresaron al campamento a despedir el año. Un día después, el primero de 1685, iniciaban el regreso a San Bruno, a donde llegaron el 13 de enero.
Tres días después, Atondo partía en otra expedición –tenía que mostrar resultados para conservar la expedición californiana- y se dirigió ahora rumbo al Sur. Intentaba encontrar algún otro paso a través de la “isla de California” para llegar a Bahía Magdalena, ya sobre el Pacífico, bahía de cuya existencia se sabía desde hacía muchos años. Esta podría servir como estación para la Nao de China. Sin embargo, todos sus intentos de cruzar California fueron inútiles porque lo escabroso de la serranía lo rechazó una y otra vez, y así regresó a San Bruno el 6 de marzo.
De esta manera, la meta principal de la expedición californiana no se había alcanzado a pesar de que los colonos lograron cruzar la “isla”: encontrar un puerto del lado del Pacífico que sirviera como estación intermedia y protección para la Nao de China.
Los meses pasaban, sin embargo, y la situación se deterioraba. Se declaró una terrible sequía y el barco de abastecimiento no regresaba. En Sinaloa se acumulaban las peticiones de más recursos y más misioneros y no se lograba encontrar la forma óptima de satisfacer las peticiones de los nuevos californianos.
Así, el Provincial Jesuita en la Nueva España acordó que el Padre Juan Bautista Copart, misionero de la Tarahumara, acompañara a Kino y a Goñi, aunque no fue sino hasta casi un año después de partir, cuando el 10 de agosto de 1684 llegaba finalmente el barco La Almiranta a San Bruno trayendo las provisiones y al padre Copart. Eran en total 20 personas que acompañarían a los 71 que ya vivían allí.
El 29 de agosto zarpaba nuevamente La Almiranta, ahora para traer bestias de carga y en él iba Kino. Regresaron de inmediato y otra vez zarpó el barco a traer más provisiones. En total fueron cuatro viajes para abastecerse en las misiones de la costa sonorense y ya en la quinta fue enviado el barco a Sinaloa para reparaciones. En él iba el padre Copart.
El mismo día que partió el barco, a mediados de diciembre, Kino y Atondo salían de San Bruno. Los acompañaban el médico José de Castro, veintinueve soldados, dos muleteros y nueve indígenas del continente, además de los naturales de la región que iban también y ochenta y una bestias. La meta era atravesar California y llegar a la llamada “mar del Sur,” al Océano Pacífico.
Siguieron la misma ruta de la última expedición, continuando por el escabrosísimo arroyo, hasta que llegaron al punto final de la visita anterior, ya en la vertiente oceánica y sobre el arroyo Comondú, y luego siguieron por el territorio de los Güimes, entrando al arroyo conocido hoy como La Purísima. Era una región peñascosa aunque siguieron el cauce del arroyo y finalmente llegaron a una zona cubierta de dunas, y poco más adelante, “por lo más bajo de un médano subimos y bajamos a la playa, a tiempo de la bajamar;” era el océano.
Ruta que siguieron para cruzar California |
Un poco más hacia el sur, en un estero, desembocaba el río que habían venido siguiendo. Dispersas entre las arenas encontraron huesos de ballenas y “unas conchas de raro y vistoso oriente, de los colores del arcoiris, mayor cada una de ellas que la mayor concha de nácar,” y entre ellas otras de abulón, iridiscentes, de color azul. Kino no las olvidaría.
Intentaron cruzar el río pero era demasiado hondo y decidieron seguir su cauce, corriente arriba, para acampar. Encontraron un lugar adecuado y allí establecieron su real. Al día siguiente, el último de 1684, Kino y Atondo exploraron por la costa rumbo al Norte aunque sin éxito. No encontraron ningún puerto; desalentados, regresaron al campamento a despedir el año. Un día después, el primero de 1685, iniciaban el regreso a San Bruno, a donde llegaron el 13 de enero.
Tres días después, Atondo partía en otra expedición –tenía que mostrar resultados para conservar la expedición californiana- y se dirigió ahora rumbo al Sur. Intentaba encontrar algún otro paso a través de la “isla de California” para llegar a Bahía Magdalena, ya sobre el Pacífico, bahía de cuya existencia se sabía desde hacía muchos años. Esta podría servir como estación para la Nao de China. Sin embargo, todos sus intentos de cruzar California fueron inútiles porque lo escabroso de la serranía lo rechazó una y otra vez, y así regresó a San Bruno el 6 de marzo.
De esta manera, la meta principal de la expedición californiana no se había alcanzado a pesar de que los colonos lograron cruzar la “isla”: encontrar un puerto del lado del Pacífico que sirviera como estación intermedia y protección para la Nao de China.
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