Al concluir sus estudios y noviciado como Jesuita, Eusebio Francisco Kino se preparó para partir a la misión. Como una película en reversa, recorrió en sentido contrario a la cronología de sus estudios los lugares que había visitado durante su infancia y juventud. El 30 de marzo de 1678 salía de Oettingen, pasaba por Munich, y de allí a Hala para cruzar el Paso de Brenner y llegar a Trento, de donde se desvió para visitar por última ocasión Val di Non y el poblado donde había nacido, Segno, para despedirse de sus familiares.
Después reanudó su viaje y el 2 de mayo llegaba al puerto italiano de Génova. El 12 de junio zarpaban diecinueve jesuitas, y tras unos días pasados en Alicante llegaban a Cádiz, justo a tiempo de ver partir la flota que iba a América, que no los había esperado. Eso les obligó a esperar mientras se conseguía lugar en otro viaje al nuevo continente.
Mientras, Kino fue a Sevilla, en donde pasó el tiempo enseñando matemáticas y cartografía, y a finales de marzo de 1680 regresaba a Cádiz a preparar su partida. El 17 de julio, Kino y los demás jesuitas que esperaban una nave, abordaban el barco que partiría a la Nueva España, en donde unos se quedarían y otros seguirían a Filipinas y al lejano oriente. Pero el barco encalló y tuvieron que abandonarlo. Así, Kino regresó al colegio jesuita de Cádiz, a la enseñanza.
Durante estos seis meses de nueva espera, inició una relación epistolar con la Duquesa de Arcos y Aveiro (María de Guadalupe de Lancastre y Cárdenas 1630-1715), que vivía en Madrid. Perteneciente a una de las familias más ricas en España, era reconocida por sus actividades filantrópicas y de beneficio a la actividad jesuita en el Oriente. En una de sus cartas le contaba que en una apuesta que hizo con otro jesuita para determinar a dónde serían enviados, había perdido: iría a América aún cuando su aspiración era la misión en Oriente. Pero además, originada de esta contrariedad, le expresaba el germen de la idea que, no lo sabía aún, motivaría sus expediciones pimalteñas: la posibilidad, le decía, de utilizar a nuestra región como puente entre Europa y China.
También de este periodo data su observación de un enorme cometa que empezó a ser visto en diciembre de ese 1680. Kino le escribiría a la Duquesa que lo veía como augurio de “muchas fatalidades… calamidades para toda Europa… sequías, hambre, tempestades, terremotos, grandes desórdenes del cuerpo humano, discordias, guerras, muchas epidemias, fiebres, pestes y muertes…” Sin embargo, conforme fue transcurriendo diciembre, el cometa fue disminuyendo de tamaño sin que las calamidades profetizadas se hicieran realidad.
Y así llegó la oportunidad esperada para viajar a la Nueva España; el 27 de enero de 1681 partía de Cádiz en el navío de aviso San Fernando, cuyo capitán y dueño era Juan Bermudo. En el registro del barco, debido a que la Corona Española establecía restricciones al número de misioneros no españoles que podían ir a América, el nombre de los jesuitas que iban fue modificado, hispanizándolos. Así, su nombre aparece como Eusebio Chávez, y su descripción es la siguiente: “Natural de Córdoba, 21 años. Buen cuerpo. Moreno. Pelo negro ensortijado,” Es decir, una descripción que en nada se parecía al físico de nuestro jesuita.
De la monotonía de su viaje, Kino no dejó una crónica, aunque contamos con la del grupo de jesuitas que le precedió y que podemos aplicar a su caso: Cada mañana, “muy temprano, un soldado despertaba al capitán y le pedía permiso para cambiar la guardia nocturna, se tocaba un tambor y disparaban dos rifles. Se despertaban los marineros y soldados y se elevaban las velas. Luego seguía la misa o al menos una plegaria matutina. A las nueve, una campana anunciaba el desayuno… después del desayuno, se servía chocolate para quien lo quisiera, y después los pasajeros hacían lo que querían… A las cuatro de la tarde se cenaba, y después de la puesta del sol se daba la señal de la oración nocturna.”
Después de 96 días de travesía marina, el 3 de mayo de 1681 nuestro misionero llegaba a Veracruz, y en junio, dos meses antes de cumplir los 46 años y tres años después de partir de Oettingen, tras remontar el paso entre los volcanes, Eusebio Francisco Kino alcanzó a ver la que con el paso de los años sería calificada como “región más transparente,” la Ciudad de México, capital de la Nueva España.
Después reanudó su viaje y el 2 de mayo llegaba al puerto italiano de Génova. El 12 de junio zarpaban diecinueve jesuitas, y tras unos días pasados en Alicante llegaban a Cádiz, justo a tiempo de ver partir la flota que iba a América, que no los había esperado. Eso les obligó a esperar mientras se conseguía lugar en otro viaje al nuevo continente.
Mientras, Kino fue a Sevilla, en donde pasó el tiempo enseñando matemáticas y cartografía, y a finales de marzo de 1680 regresaba a Cádiz a preparar su partida. El 17 de julio, Kino y los demás jesuitas que esperaban una nave, abordaban el barco que partiría a la Nueva España, en donde unos se quedarían y otros seguirían a Filipinas y al lejano oriente. Pero el barco encalló y tuvieron que abandonarlo. Así, Kino regresó al colegio jesuita de Cádiz, a la enseñanza.
Durante estos seis meses de nueva espera, inició una relación epistolar con la Duquesa de Arcos y Aveiro (María de Guadalupe de Lancastre y Cárdenas 1630-1715), que vivía en Madrid. Perteneciente a una de las familias más ricas en España, era reconocida por sus actividades filantrópicas y de beneficio a la actividad jesuita en el Oriente. En una de sus cartas le contaba que en una apuesta que hizo con otro jesuita para determinar a dónde serían enviados, había perdido: iría a América aún cuando su aspiración era la misión en Oriente. Pero además, originada de esta contrariedad, le expresaba el germen de la idea que, no lo sabía aún, motivaría sus expediciones pimalteñas: la posibilidad, le decía, de utilizar a nuestra región como puente entre Europa y China.
La Duquesa de Aveiro |
También de este periodo data su observación de un enorme cometa que empezó a ser visto en diciembre de ese 1680. Kino le escribiría a la Duquesa que lo veía como augurio de “muchas fatalidades… calamidades para toda Europa… sequías, hambre, tempestades, terremotos, grandes desórdenes del cuerpo humano, discordias, guerras, muchas epidemias, fiebres, pestes y muertes…” Sin embargo, conforme fue transcurriendo diciembre, el cometa fue disminuyendo de tamaño sin que las calamidades profetizadas se hicieran realidad.
Y así llegó la oportunidad esperada para viajar a la Nueva España; el 27 de enero de 1681 partía de Cádiz en el navío de aviso San Fernando, cuyo capitán y dueño era Juan Bermudo. En el registro del barco, debido a que la Corona Española establecía restricciones al número de misioneros no españoles que podían ir a América, el nombre de los jesuitas que iban fue modificado, hispanizándolos. Así, su nombre aparece como Eusebio Chávez, y su descripción es la siguiente: “Natural de Córdoba, 21 años. Buen cuerpo. Moreno. Pelo negro ensortijado,” Es decir, una descripción que en nada se parecía al físico de nuestro jesuita.
De la monotonía de su viaje, Kino no dejó una crónica, aunque contamos con la del grupo de jesuitas que le precedió y que podemos aplicar a su caso: Cada mañana, “muy temprano, un soldado despertaba al capitán y le pedía permiso para cambiar la guardia nocturna, se tocaba un tambor y disparaban dos rifles. Se despertaban los marineros y soldados y se elevaban las velas. Luego seguía la misa o al menos una plegaria matutina. A las nueve, una campana anunciaba el desayuno… después del desayuno, se servía chocolate para quien lo quisiera, y después los pasajeros hacían lo que querían… A las cuatro de la tarde se cenaba, y después de la puesta del sol se daba la señal de la oración nocturna.”
Después de 96 días de travesía marina, el 3 de mayo de 1681 nuestro misionero llegaba a Veracruz, y en junio, dos meses antes de cumplir los 46 años y tres años después de partir de Oettingen, tras remontar el paso entre los volcanes, Eusebio Francisco Kino alcanzó a ver la que con el paso de los años sería calificada como “región más transparente,” la Ciudad de México, capital de la Nueva España.
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