domingo, 11 de septiembre de 2011

Constuyendo templos en la Pimería Alta


Según vimos en el artículo anterior de esta serie, el Padre Manuel González falleció en Tubutama al regreso de la expedición con Kino al Colorado en 1702, y el Padre Ignacio Iturmendi, que lo asistió en sus últimas horas, moría también en Tubutama poco después, el 4 de junio. Eran, aquellas, regiones insalubres, eran territorios en donde las amenazas apaches se unían a enfermedades gastrointestinales, a males respiratorios y demás.

Pasaría una década, y en 1712 nos dejaba una anotación el Padre Ignacio Campos en el libro de defunciones de San Ignacio: “A fines de enero, habiendo yo traído de Tubutama los huesos del padre Manuel González, misionero de muchos años en Oposura, ex visitador, quien murió en Tubutama… en el año 1702, y los huesos del padre Ignacio Iturmendi, misionero de Tubutama, que murió allí el año de su entrada… colocamos los huesos solemnemente en esta capilla; los del padre Manuel al lado del Evangelio en una cajita, y los del padre Ignacio en otra, en la Epístola..” Y en ese mismo lugar pueden ser vistos actualmente por quien visita la plaza de Magdalena, acompañando a los de Kino.

Los restos de Kino junto con los de Gonzalez e Iturmendi
Por aquel entonces, según nos cuenta nuestro misionero, “hacía algún tiempo que yo no había visto a los hijos del poniente y nación del Soba, ni a los sobaipuris del norte y de San Xavier del Bac, con lo que entré a fabricar en las dos iglesias de San Ambrosio del Búsanic y en la de Santa Gertrudis del Sáric, y comencé a dar principio a la iglesia grande de la Concepción del Caborca, al poniente, y a ver sus ganados y sementeras y cosechas de trigo y maíz…” Hay aquí que aclarar que ninguna de estas iglesias permanece hoy en pie: todas han regresado a la tierra.

El misionero no preveía ningún problema en el crecimiento misional, ya que contaba con capital para financiarlo: “Y si vuestra Reverencia gusta, bien se pueden buscar prestados en Roma estos mil cien pesos, que este partido de Nuestra Señora, que vale ya más de cuarenta mil pesos y da cuatro o cinco o más mil pesos cada año, pagará no sólo lo principal, sino también el interesse, ut vocant (como lo llaman), de cinco o seis o siete por ciento, lo que se estilare en Roma o España…” 

La iglesia de Arizpe
Pidiendo más misioneros, Kino envió un verdadero alud de cartas, aunque pasaron los meses sin que arribara ninguno. Así decidió ir él mismo a la Ciudad de México. La guerra de Sucesión Española, empero, vino a trastocar ese plan y el misionero decidió permanecer en la Pimería construyendo más templos misionales, según escribió: “Por habérseme estorbado mi ida hacia México, como a la California, me apliqué a fabricar con la eficacia y brevedad posible, para tener esto más andado, las dos iglesias que estaban algo empezadas en mis dos segundo y tercer pueblos..”es decir, en Remedios y Cocóspera. Allí concluyó nuevos templos: “mandé cortar las maderas necesarias para la viguería de pino, zapatería, tablazón… se hicieron altas y fuertes paredes de dos grandes y buenas iglesias con sus dos capaces capillas, que hacen crucero, con buenos y vistosos arcos. Se trajeron de los cercanos cerros y pinerías las maderas y se techaron las dos buenas fábricas con sus cimborios y linternillas…”
El templo de Huepac

Y aunque es muy probable que esos maderos hayan desaparecido hace tiempo, el viajero  moderno puede imaginarse a aquellos constructores bajando los troncos de pino de la cercana Sierra Azul con sus más de 2,000 metros de altura, así como reconstruir mentalmente el método de fábrica empleado, que fue el mismo usado en los templos de Huépac, Arizpe u Oquitoa, que aún permanecen en pie y pertenecen también a la época jesuítica: techos formados por zapatas que refuerzan los maderos que sostienen al terrado que protegía contra la lluvia,

Y en cuanto a los muros de esos edificios, hace también ya muchos años que desaparecieron debido a que fueron construidos con adobes (ladrillos secados al sol): duros y resistentes a la compresión pero que cualquier lluvia disuelve. Así sucedió con el de Remedios, así con el de Cocóspera, ya que las ruinas que se encuentran a un lado de la carretera entre Imuris y Cananea, en Cocóspera, no son las del templo de Kino sino de uno posterior, construido por Franciscanos. Es decir, la obra material de Kino hace mucho que regresó a la tierra.

Las ruinas de Cocospera
Sólo quedan vivas, en la mente popular, en la ideología norsonorense, evocaciones ignotas de origen desconocido, reminiscencias tal vez de las caminatas expedicionarias de Kino o tal vez recuerdos ancestrales de peregrinaciones prehispanas (sobre las que hablaré posteriormente). Lo cierto es que anualmente se manifiesta, en octubre, la caminata a Magdalena, la Manda como se le conoce, cuando en una penitencia común, a veces de días, miles de norsonorenses y arizonenses convergen en esa población cubriendo a pie las grandes extensiones de nuestra geografía buscando, todos, una recompensa a su ofrenda, a su sacrificio. Esta consiste en el cumplimiento, o no, de una petición personal hecha a San Francisco (de Asís o de Loyola, no importa), tal vez a Kino o a Colosio.

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