lunes, 1 de agosto de 2011

Kino y Salvatierra buscan el delta del Colorado


Ya vimos en el artículo anterior de esta serie la urgencia que tenía el misionero Eusebio Francisco Kino para regresar a Dolores de su viaje al río Colorado. La razón: había prometido enviarle ganado a Salvatierra, a California, para sustento de sus misiones. Ya habían intercambiado cartas los dos misioneros sobre cómo facilitar y hacer más barato el envío de ganado desde Sonora, y Salvatierra calculaba que si se descubría una ruta por tierra a California, o sea que ésta era una península, se abarataría enormemente el envío de ganado sonorense. De ahí el interés de ambos, Kino y Salvatierra, por resolver el asunto de la peninsularidad califórnica, que desde el punto de vista pragmático, de las acciones, se traducía, ahora, en encontrar la desembocadura del río Colorado y ver si la otra banda del río era California, o la tierra firme continuaba al Norte, dejando, así, a California como isla . Aunado a ese proyecto, Salvatierra también manejaba el establecimiento de otro puerto en la costa del Pacífico, que estuviera más al norte que el existente de Sinaloa; de ese proyecto surgió el nacimiento de Guaymas, aunque en realidad el puerto fundado no se encontraba donde hoy se extiende la ciudad de Guaymas, sino en el estero que separa a esta población de Empalme, en San José de Guaymas.

Así, Salvatierra llegó por barco a Sonora y, dirigiéndose a la Pimería Alta, en San Juan Bautista (cerca de Cumpas) consiguió una escolta para su planeado viaje, en el que iría también Manje. Pasaron por Tuape, donde su misionero les dio más provisiones, aunque poco más adelante los distrajo un ataque de apaches a Saracachi, cercano a Cucurpe por donde también pasaron, hasta que finalmente llegaron a Dolores el 21 de febrero de ese año de 1701.

Después de los acostumbrados saludos, ya que hacía diez años que Salvatierra había visitado la Pimería Alta, éste se dirigió a San Ignacio, y allí esperó a Manje que había ido a combatir a los apaches. Cuando llegó Manje, continuaron su camino hacia Caborca; pasaron por Tubutama, ahora llevando veinte cargas de productos y ciento cincuenta bestias, y ya en Caborca, esperaron a que llegara Kino, quien había salido de Dolores tres días después de ellos, aunque siguió la ruta de Remedios y Cocóspera para “disponer su defensa con unos torreones” y luego regresó río abajo, pasando por la nueva ruta de Cíbuta y Sáric, y de allí, río abajo, hasta Caborca.

Reunidos ambos misioneros, continuaron hacia Sonoita. Kino nos cuenta: “fuimos rezando y cantando varias oraciones y alabanzas de Nuestra Señora en diferentes lenguas: en castilla, en latín, en lengua italiana y también en lengua califórnica,” aunque no todo fueron alegrías, ya que la falta de agua hizo estragos entre los viajeros.

Ya en Sonoita, argumentaron sobre la mejor ruta a seguir: rodear al volcán Santa Clara (Pinacate) por el Norte o por el Sur para encontrar la desembocadura del Colorado. La decisión fue seguir la ruta del Sur y con ella sellaron la suerte de su expedición, ya que de haber seguido la ruta norte el camino a la desembocadura hubiera sido más corto.

La ruta del viaje. Hasta Tubutama,  Kino siguió la de color blanco, mientras que Salvatierra y Manje la de color negro. Luego, ambos, la de rojo
Fueron rodeando el volcán por el Sur, sin agua, hasta que después de dos días sin encontrarla, llegaron a una ranchería, el Basoitutcan, donde había, según nos cuenta Manje: “algún pasto y dos tanques de agua en que bebió la caballada que, hacía 24 horas, que no bebía. Está la ranchería de indios al sur del cerro de Santa Clara a su falda; en que contamos 50 personas, gente desnuda y pobre, que sólo se sustenta con raíces, langostas y lagartos que llaman iguanas, y algún marisco…” Aunque al continuar su ruta, poco más adelante la sed nuevamente hizo crisis en ellos. Afortunadamente, encontraron otras tinajas donde pudieron satisfacerla.

Mientras avanzaban, no dejaron de discurrir sobre el origen del paisaje que veían; Manje nos describe la lava: “cerros, arroyos y barrancas de peñas derretidas, transformadas en esta liga que baja del cerro de Santa Clara” hasta que finalmente llegaron al mar, donde inmediatamente notaron las enormes mareas de la zona, aunque no encontraron la desembocadura del río Colorado, ya que se encontraban muy al Sur. Entonces empezó entre ellos, según nos narra Manje: “una amigable disputa, alegándoles [yo] que, en estas cosas, se ha de decir lo cierto [ya] que sólo, comunicándose este brazo con el mar del sur, podía causar tan fuertes corrientes; y aunque angostase, como pensábamos, el brazo de mar, cinco o seis leguas, podía volver a ensanchar, como el de Gibraltar, en España, con el mar Mediterráneo.” Es decir, Manje interpretaba la que, hoy sabemos, una de las mayores mareas del mundo, la del golfo, como indicativo de que nuevamente se abría el estrecho y se comunicaba otra vez con el Pacífico (el Mar del Sur, como se le llamaba entonces), y que por lo tanto California sería una isla.






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