domingo, 17 de julio de 2011

Las conchas azules

Desde siempre, Kino buscó establecer un puente entre la Nueva España y el Lejano Oriente –su ambición de juventud- por lo que sus viajes pimalteños estuvieron dirigidos a ese fin. Debido a ello, al regresar de la primera expedición al desierto sonorense en 1699 al actual Estado de Arizona (que obviamente entonces no existía), a Kino ya le inquietaba resolver la procedencia de las conchas azules (hoy sabemos que son de abulón, “haliotis fulgens”), cuyos iridiscentes  interiores había encontrado en la costa californiana del Pacífico durante su estancia californiana, y que después viera que usaban los nativos en Sonora. Eso le decía que los indígenas sonorenses las comerciaban con los de California, es decir que debía haber comunicación por tierra entre ambos, o sea que California es península y por lo tanto podría servir como estación intermedia de ese puente.

La peninsularidad califórnica se había descubierto desde la expedición de Fernando de Alarcón en 1540, aunque se había olvidado con el paso de los años y nuevamente se creía que era una isla. Por eso, cuando Kino atisbó en repetidas ocasiones la costa califórnica desde la de Sonora, percibió cómo gradualmente se acercaban entre sí hacia el Norte, y en la expedición de 1698, desde: “… el muy alto cerro o antiguo volcán de Santa Clara, divisé patentísimamente, con anteojo y sin anteojo, el encerramiento destas tierras de la Nueva España y de la California y el remate desta Mar de la California y el paso por tierra que en treinta y dos grados de altura había” es decir, desde lejos vislumbró que se comunicaban Sonora y California. La meta ahora se convertiría en verificar, sobre el terreno, esa comunicación. El obstáculo era el calor y falta de agua en el desierto de Sonora que se interponía.

Y en su primer viaje de 1699, cuando llegó junto con Manje y el Padre Adamo Gilg hasta cerca de la confluencia de los ríos Gila y Colorado, los nativos les darían a los expedicionarios conchas azules, lo que avivó la curiosidad de los europeos sobre su origen. Además, al saber el Padre Juan de Salvatierra en California, donde se encontraba, de la posible comunicación por tierra entre Sonora y California, le propuso a Kino que fuera por barco a California y desde allí realizaran, juntos, una expedición por tierra desde California a Sonora para determinar esa peninsularidad. Sin embargo, Kino optó por invitar al Padre Visitador, Antonio Leal, y como vimos en el artículo anterior, partieron de Dolores a fines de ese año de 1699, aunque no tuvieron éxito y debieron regresar.

Después de su regreso, según nos lo cuenta el mismo Kino, “hallándome en 29 de marzo de 1700 en el pueblo de Nuestra Señora de los Remedios, un gobernador de cerca del río Grande y otros naturales pimas me trajeron una santa cruz con una sarta de veinte conchas azules,” regalo que llevó a que el misionero planeara otra expedición más a buscar el origen de esas conchas, es decir, la peninsularidad californiana.

Así fue cómo, el 21 de abril de 1700 partía con diez indígenas de Dolores y “…cincuenta y tres cabalgaduras…” y recorrieron el camino ya conocido hasta San Xavier del Bac. Estando allá, nuevamente se alteraron sus planes cuando llegaron noticias que impedían continuar la expedición, ya que posiblemente se iniciaba otra campaña contra los Sobas. Sin embargo, el misionero convocó a una gran asamblea de indígenas:  “y desde este gran valle de San Xavier procuré hacer e hice las diligencias de saber si las conchas azules venían de otra parte que de la contracosta de la California, con lo cual despaché varios propios a todas partes… con especialidad al poniente y al noroeste a llamar a varios gobernadores pimas, opas y cocomaricopas, desde cerca del río Colorado, para informarme, con la individualidad posible, de las conchas azules y del paso por tierra a la California.” 

Pocos días después llegaban los mensajeros indígenas y juntos realizaron “varios exámenes acerca de las conchas azules que se traían del noroeste y de los yumas y cutganes, que conocidamente venían de la contracosta de la California y de aquella mar, diez o doce días de camino más remota que esta otra Mar de la California, en la cual hay conchas de nácar y blancas y otras muchas, pero no de aquellas azules que nos dieron en los yumas.”

La deducción de Kino se reforzaba por lo que decían los indígenas y únicamente faltaba verificarla sobre el terreno por medio de una expedición que encontrara ese paso por tierra. Sólo nos queda la duda de las implicaciones que hubiera tenido para la historia del noroeste novohispano en caso de que Kino hubiera aceptado la oferta de Salvatierra de encontrar ese paso, acompañándolo por tierra desde California.

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