Este 15 de marzo conmemoramos el tricentenario de la muerte de Eusebio Francisco Kino. Aprovechando la ocasión, altero la temática de la serie de artículos que escribo en su honor para analizar el significado que tuvo y tiene la labor del misionero para nosotros, y encuentro que su principal legado ha sido en la dimensión geopolítica.
Sería interesante intentar revivir con la mente del escritor lo que pasó por la mente de los fieles que asistían aquella noche, un año antes de cumplir un cuarto de siglo de haber llegado Kino, durante la dedicación de la capilla magdalenense, y que vieron cómo el misionero se empezó a sentir mal mientras ofrecía el sacrificio de la misa. Tal vez alguno haya pensado que ese momento, que esa noche no trascendería más allá de las penumbras que definían las lámparas y velas al iluminar el ritual cristiano.
Sería interesante reconstruir el día siguiente, cuando al llegar las luces del nuevo sol, los magdalenenses supieron que el misionero había fallecido durante la noche. Y después, en su funeral, tal vez alguno pensó que al enterrarlo “al lado del evangelio donde caen la segunda y tercera silla” de la capilla que había dedicado el día anterior, que todo terminaba, que todo seguiría inalterado y que su legado se había hecho polvo, se había hecho nada. Pero no fue así, su herencia permanece viva, aún cuando para la mayoría de los sonorenses, de los pimalteños, se diluye en confusiones.
En primer lugar, debo aclarar que Kino no fue quien introdujo la ganadería, ni a Sonora ni a la Pimería Alta. Medio siglo antes de la llegada de nuestro misionero a esta región, en Mátape el Padre Daniel Angelo Marras sostenía enormes hatos ganaderos; e igualmente aquí en la Pimería Alta, donde actualmente se encuentran San Lázaro y Santa Cruz, algunos civiles se dedicaban ya a la ganadería cuando Kino nació a mediados del siglo XVII y aprovechaban las praderas aledañas al río Santa Cruz para criar ganado. Y al igual que con la ganadería, se puede uno extender y concluir lo mismo sobre la agricultura. Esto, de ninguna manera, constituye un menoscabo a la labor pionera de Eusebio Francisco Kino, aunque sí nos indica que la orientación del reconocimiento de su obra ha estado equivocada.
Intentando aclarar el error, ahora dedico este espacio a reconocer su verdadera herencia, aunque únicamente me alcanza el espacio para mencionar los principales logros de ese misionero que nació fronterizo (europeo), que vivió fronterizo (en la Pimería Alta) y que nos dejó una frontera ideológica que en Magdalena ha encontrado su mejor expresión contemporánea.
En primer lugar, tenemos que Kino inició aquí una cultura católica, una cultura cristiana muy nuestra, muy sui géneris, tanto en Sonora como Arizona, la que anualmente aflora en el rito anual magdalenense en el que nuestro sincretismo religioso tiene su máxima expresión regional.
Además, la nación mexicana le debe a Kino haber sido el primero y hasta hoy el único a quien se le ocurrió utilizar a la antigua Pimería Alta como puente económico entre Europa y Asia, y que bajo ese argumento promovió el conocimiento europeo, la incorporación a la historia, la fijación en un texto de nuestra región y de California: nos puso en el mapa, pues. Así salvó este espacio para el imperio español. De no haber sido por lo que Kino logró en sólo una vida, otros exploradores, otras naciones habrían llegado a nuestra región y, después de atestiguar su potencial estratégico, la habrían asimilado como parte propia.
Y para la nación vecina, también gracias a Kino la región que constituye actualmente Arizona vive en la dualidad, mejor dicho en la trinidad de diferentes culturas: la indígena, la mexicana y la anglosajona; basta una visita dominical a San Xavier del Bac para verificarlo. La fórmula del borrón y cuenta nueva que se aplicó en el resto del territorio estadounidense al aniquilar a los grupos humanos preexistentes, en Arizona no se usó sino que se les intentó incorporar a una sociedad mestiza.
Es decir, gracias a Kino el Norte de Sonora y el Sur de Arizona comparten una historia y una cultura común, una sola vocación: la utilización del espacio geográfico en la realización de una fórmula alternativa de lo que es ser frontera.
Sería interesante intentar revivir con la mente del escritor lo que pasó por la mente de los fieles que asistían aquella noche, un año antes de cumplir un cuarto de siglo de haber llegado Kino, durante la dedicación de la capilla magdalenense, y que vieron cómo el misionero se empezó a sentir mal mientras ofrecía el sacrificio de la misa. Tal vez alguno haya pensado que ese momento, que esa noche no trascendería más allá de las penumbras que definían las lámparas y velas al iluminar el ritual cristiano.
Sería interesante reconstruir el día siguiente, cuando al llegar las luces del nuevo sol, los magdalenenses supieron que el misionero había fallecido durante la noche. Y después, en su funeral, tal vez alguno pensó que al enterrarlo “al lado del evangelio donde caen la segunda y tercera silla” de la capilla que había dedicado el día anterior, que todo terminaba, que todo seguiría inalterado y que su legado se había hecho polvo, se había hecho nada. Pero no fue así, su herencia permanece viva, aún cuando para la mayoría de los sonorenses, de los pimalteños, se diluye en confusiones.
En primer lugar, debo aclarar que Kino no fue quien introdujo la ganadería, ni a Sonora ni a la Pimería Alta. Medio siglo antes de la llegada de nuestro misionero a esta región, en Mátape el Padre Daniel Angelo Marras sostenía enormes hatos ganaderos; e igualmente aquí en la Pimería Alta, donde actualmente se encuentran San Lázaro y Santa Cruz, algunos civiles se dedicaban ya a la ganadería cuando Kino nació a mediados del siglo XVII y aprovechaban las praderas aledañas al río Santa Cruz para criar ganado. Y al igual que con la ganadería, se puede uno extender y concluir lo mismo sobre la agricultura. Esto, de ninguna manera, constituye un menoscabo a la labor pionera de Eusebio Francisco Kino, aunque sí nos indica que la orientación del reconocimiento de su obra ha estado equivocada.
Intentando aclarar el error, ahora dedico este espacio a reconocer su verdadera herencia, aunque únicamente me alcanza el espacio para mencionar los principales logros de ese misionero que nació fronterizo (europeo), que vivió fronterizo (en la Pimería Alta) y que nos dejó una frontera ideológica que en Magdalena ha encontrado su mejor expresión contemporánea.
En primer lugar, tenemos que Kino inició aquí una cultura católica, una cultura cristiana muy nuestra, muy sui géneris, tanto en Sonora como Arizona, la que anualmente aflora en el rito anual magdalenense en el que nuestro sincretismo religioso tiene su máxima expresión regional.
Además, la nación mexicana le debe a Kino haber sido el primero y hasta hoy el único a quien se le ocurrió utilizar a la antigua Pimería Alta como puente económico entre Europa y Asia, y que bajo ese argumento promovió el conocimiento europeo, la incorporación a la historia, la fijación en un texto de nuestra región y de California: nos puso en el mapa, pues. Así salvó este espacio para el imperio español. De no haber sido por lo que Kino logró en sólo una vida, otros exploradores, otras naciones habrían llegado a nuestra región y, después de atestiguar su potencial estratégico, la habrían asimilado como parte propia.
Y para la nación vecina, también gracias a Kino la región que constituye actualmente Arizona vive en la dualidad, mejor dicho en la trinidad de diferentes culturas: la indígena, la mexicana y la anglosajona; basta una visita dominical a San Xavier del Bac para verificarlo. La fórmula del borrón y cuenta nueva que se aplicó en el resto del territorio estadounidense al aniquilar a los grupos humanos preexistentes, en Arizona no se usó sino que se les intentó incorporar a una sociedad mestiza.
Es decir, gracias a Kino el Norte de Sonora y el Sur de Arizona comparten una historia y una cultura común, una sola vocación: la utilización del espacio geográfico en la realización de una fórmula alternativa de lo que es ser frontera.
Desde luego que fue importante la labor de Kino, algo he leído de que llegó a México por un sorteo de plazas en el que también se incluía Filipinas.
ResponderBorrarUn cordial saludo.