domingo, 30 de octubre de 2011

La "Luz de Tierra Incógnita..."

El para entonces General Juan Matheo Manje concluyó un libro ese año de 1706, firmándolo el 3 de diciembre, poco después del regreso de Kino de su última expedición a la costa sonorense. Le llamó “Luz de Tierra Incógnita entre las gentes más bárbaras…” Este constituye el texto fundamental con que contamos de la visión laica del desarrollo de la Pimería. En él, Manje presenta su perspectiva del mundo así como las crónicas de sus viajes exploratorios con Eusebio Francisco Kino; pero lo principal fue que como conclusión incluyó en él su proyecto del futuro de la Pimería Alta. Hasta allí, todo bien.

El problema surgió de los conceptos vertidos en esa conclusión. Si bien, Manje reconoció los logros obtenidos por los misioneros Jesuitas, también asentó que se apoderaban de las mejores tierras de siembra, dejándole a los españoles las peores. La solución, opinaba Manje, la daba el cambio en cantidad de población de las más antiguas misiones, las que habían comenzado con unos mil indígenas que para entonces se habían reducido a unos cien. Así, se podrían aparcelar esos terrenos y redistribuirlos entre los españoles, que habían defendido la provincia de los asaltos indígenas con todo lo que tenían. Además, se les deberían de conceder “muchos privilegios y franquicias, como las tienen los pobladores de Nuevo México.”

Por otro lado, también se quejó de que en todo Sonora había únicamente “tres curatos, con tres sacerdotes clérigos,” éstos eran Nacozari, San Juan y Horcasitas, cuyos curas debían atender a los españoles, criollos y mestizos de toda la región, tarea imposible por la enorme extensión del territorio sonorense. Como resultado, en algunas regiones los españoles “se pasan un año y más que no ven a su cura, careciendo de todo consuelo y pasto espiritual,” y agregó que antiguamente los misioneros atendían también a los españoles, aunque en el estado presente “se han inhibido los padres jesuitas de administrar los sacramentos a los vecinos españoles y aún a los indios sirvientes de estos…” La razón, continuó Manje, fue que “un cura, imprudentemente, hizo un informe contra su punto y crédito al ilustrísimo señor Obispo de este reino que fue el motivo para que su prelado o visitador les prohibiese” atender a los que no fuesen indígenas.

Y aquí agregó una frase demoledora: “Y para más corroborar ésto, pondré, incidentalmente, este párrafo de carta del padre Eusebio Francisco Kino, jesuita, que expresa lo siguiente: Siento no poder ir a administrar esos señores a Bacanuchi, por haber informado un cura al señor obispo contra nosotros, que ha motivado a los superiores que el padre rector, ahora nuevamente, nos haya mandado que no nos metamos en cosas de los señores curas.” Y agregó un lamento personal: “¡Oh, desdicha de estos tiempos! ¡Que por este ídolo de punto y crédito se haya de atropellar contra la honra de Dios y salvación de sus almas, redimidas con el valor excesivo de la sangre del Cordero!”

Pero no concluyó aquí la situación, también envió su reporte al Obispo de Durango y a la Audiencia de Guadalajara, agregándole las firmas de los ciudadanos de Bacanuche, lo que equivalía a una queja pública. Al conocerlo Francisco Píccolo, Visitador Jesuita de Sonora, se enfureció y le envió una queja al Gobernador de Nueva Vizcaya, Juan Fernández de Córdova, advirtiéndole que “de no haber remedio para tanto escándalo, mande salir de la dicha provincia a todos los misioneros.” En respuesta, el Gobernador ordenó el arresto de Manje, quien debería ser conducido a Parral “a buen recaudo y con un par de grillos,” que se confiscaran sus bienes y se averiguaran las acusaciones que había hecho, y el método seguido para conseguir las firmas que aparecían en el documento. La orden fue cumplida, según describiría después Manje, sin darle tiempo de “buscar unas cabalgaduras de mi andar,” sino que se le dio “una mula ajena”, ni tampoco pudo llevar ropa ni equipo para el viaje. Tras un mes de viaje, el día último de febrero llegó a Parral, en donde fue encarcelado. Mientras, en Bacanuche se realizó la investigación sobre el texto, y la conclusión fue que no faltaba a la verdad.

Poco después llegaba a Parral una serie de misivas de distintas autoridades jesuitas que, según el Gobernador Fernández de Córdova, “le piden que suspenda el éxito de esta causa sin hacerle a dicho reo culpa y cargo por los inconvenientes que … pueden resultar a la publicación del juicio.” De esta manera se le comunicó verbalmente a Manje su liberación, ordenándosele “que vuelto a su casa sea sin preguntar la causa de su prisión.” Pero éste no fue el final del affaire, aunque el espacio se agota por lo que continuaremos en el próximo…

domingo, 23 de octubre de 2011

El mito de California y la Pimería Alta

En la exploración de nuestra región desde los siglos XV al XVIII se conjugaron mitos y verdades, alimentando con una rica mezcla la imaginación de los exploradores. Por ejemplo, aún el nombre de California estuvo envuelto en la imaginacion. Este nombre se alimentó con la creencia de que era una región habitada por amazonas dirigidas por Calafia, su reina, y que se trataba de “la isla más grande que se haya descubierto, separada de Nuevo México por el Mar Mediterráneo de California,” y que  América podría estar comunicada con Asia más hacia el norte a través de un puente, o bien que habría un estrecho navegable para llegar a Asia al que hasta nombre se le dio: de Anián, en honor a la opinión de Fray Antonio de la Ascención, quien creyó que el reino de Anián se encontraba entre los reinos de Quivira y la California.

Fueron nombres míticos, fueron lugares imaginarios que provocaron expediciones como las de Marcos de Niza o de Vázquez de Coronado, quienes buscaron los fabulosos reinos de Cíbola y Quivira que, como es sabido y lógico, nunca existieron.

Según vimos en el artículo anterior, a fines de 1706 Kino organizó la que, hoy sabemos, fue su última expedición a la costa, en la que le acompañaba Fray Manuel Oyuela. Este describió en su informe porqué se creía entonces que California era isla y no península, cómo fue que Kino sostuvo su peninsularidad y cómo llegó él a verla como península desde las alturas del Pinacate: “no es isla la California sino sólo península, como días ha y con mucha razón dice y escribe  el padre Eusebio Francisco Kino que nos trajo a ser testigos de esta verdad. Con lo dicho he visto que el hereje Drake es autor de la mentira con que quiere subir este mar de California hasta la mar del Norte, queriendo desmentir a los antiguos españoles que pusieron a la California tierra firme con esta, como realmente lo es.” Y concluía con un lamento en el que afloraba su frustración: “por este hereje hemos trabajado tantos, tanto.”

Sir Francis Drake
Oyuela se quejaba de que el conocimiento logrado desde el inicio de la conquista de Nueva España, de que se trataba de una península, había sido desechado por la versión de Drake. Es decir, aunque en 1541 Hernando de Alarcón, que obedecía las órdenes de Cortés había realizado un viaje exploratorio por barco del mar califórnico y descubierto su  peninsularidad, sin embargo, al igual a como sucede en tantas ocasiones en nuestros países, se le creyó más a un extranjero, a Sir Francis Drake que a él. 

Drake fue un pirata inglés que había realizado un viaje por la costa del Pacífico de Nueva España, asaltando y robando los pueblos españoles por donde pasaba. Navegó siguiendo de Sur a Norte la costa del Pacífico Americano en 1579 y llegó hasta cerca del actual San Francisco aunque sin encontrar el famoso paso al Oriente.

Isabel I
Y cuando regresó a Inglaterra, la Reina Isabel le premió otorgándole el título de caballero, aunque declaró que lo descubierto en su viaje era secreto de Estado y ordenó que se guardara silencio sobre el asunto, además de insertar mentiras en su crónica. Pasó el tiempo, y basándose en lo descrito en su viaje, que no mencionaba la existencia de alguna península en nuestra región, los súbditos españoles que se encontraron con California en el mismo lugar, pensaron que tal vez no fuese península porque habría bloqueado la exploración de Drake, sino una isla en realidad, y que tal vez formaría un estrecho con tierra firme, el legendario de Anián, que más al Norte se abría nuevamente y permitía la comunicación con Asia. El mismo Kino siguió esta hipótesis, mostrando California como una isla en sus mapas iniciales.



Pero continuó la búsqueda, y mentes como la de Kino encontraron otra dimensión, idearon otra vocación más para la región: la Pimería debería tener una ubicación estratégica dirigida hacia el comercio mundial. En otras palabras, podía servir como puente, terrestre o marítimo, hacia las riquezas comerciales del continente asiático.

Así, los intentos para determinar si esa larga lengua de tierra era isla o península desvelaron las atenciones de infinidad de exploradores, entre ellos las de nuestro misionero, Eusebio Francisco Kino, quien intentó probar, acertadamente por cierto, que California es una península, contra las opiniones de peninsulares, como Juan Matheo Manje, que siempre creyeron que se trataba de una isla. 

Sin embargo, lo que Kino no podía predecir era que, a pesar de que California sí es península, la realidad es que para llegar a ella es necesario atravesar el desierto de Sonora. Esta es una de las regiones más inhóspitas del planeta, una zona en donde las arenas desérticas, aparentemente interminables, se extienden hasta el horizonte ocasionando incontables muertes a través de los siglos. Eso imposibilitaba la comunicación y el comercio entre ambas. Es decir, al reto de determinar la peninsularidad califórnica se unió otro a vencer, uno que Eusebio Francisco Kino nunca mencionó, el de la extrema aridez de su medio natural, el de la escasez de agua que rige, aún hoy, el desarrollo de nuestra región.

domingo, 16 de octubre de 2011

La Ultima Expedición a la costa sonorense

Después de regresar de su viaje a la costa de Caborca empezando 1706, a Kino no se le olvidaba la ruta por tierra a California, aunque pasaron los meses y no se presentó la oportunidad de organizar otro viaje para buscar su ansiado paso por tierra.

En octubre fue a Fronteras en su papel de Procurador de las Misiones a comprar ropa, y allí se entrevistó con el Gral. Jacinto de Fuensaldaña, Capitán de la Compañía Volante de Sonora, quien lo apoyó en su proyecto de organizar otra expedición a la costa sonorense. Nos cuenta Kino: “Teniendo su merced por cierto lo que era muy cierto, que la California no era isla, determinó darme unos soldados que conmigo fuesen a ser testigos de vista y se informase de todo a fin de informar jurídicamente en México.” Además, ofreció enviar un correo a sus expensas “en orden también de conseguir y traer los padres tan necesarios para estas nuevas conversiones.” Con ese fin, Fuensaldaña encomendó al Alférez Juan Mateo Ramírez y a Antonio Durán como escoltas de la expedición, mientras que un franciscano, Fray Manuel de Oyuela, decidió acompañarlos.


La ruta del viaje
El 13 de octubre partía de Fronteras el grupo y tres días después llegaba a Dolores. Allí, Ramírez encontró un grupo de indígenas que habían acudido “con una cruz y con otras buenas dádivas de conchas azules de la contracosta, con una santa cruz que enviaban los de la nación quíquima.” Ya sabemos que la concha azul, el abulón (haliotis fulgens) existe únicamente en la costa califórnica del Pacífico, y que los Quíquima era una tribu que habitaba el delta del Colorado.

En Dolores pasaron cinco días preparando la expedición y luego se dirigieron a Remedios y de allí a Síboda (Cíbuta actual), que para entonces era una importante estación de abastecimiento de las expediciones, así como de las nuevas misiones de la región desértica. En ese lugar, Kino se abasteció de carne seca y cuarenta caballos y mulas, como complemento de los 25 que ya llevaba, además de 25 cabezas de ganado para Búsanic para reemplazar el ganado que de allí había enviado antes a Sonoita. Habiendo llegado a Tubutama, los  recibió el padre Minutuli quien, “con muy mucha caridad y amor, nos avió con vino de misas, con candelas de cera, con chocolate, pan y bizcocho, con pinole, carnero y carne de vaca y aún con su propia mula de silla.”

Más adelante, pasaron por Caborca y de allí a Sonoita, desde donde Kino decidió, en vez de dirigirse al delta del Colorado, subir el cerro de Santa Clara (volcán del Pinacate) y desde su altura otear la costa. Atravesaron el desierto sonorense hasta que llegaron a las faldas del volcán, de donde, auxiliados por las mejores mulas que tenían, subieron la escarpada y extremadamente difícil falda de esa montaña que se eleva 1,200 metros sobre el nivel del mar.

Y mientras que Durán los esperaba abajo por estar enfermo, el resto de los expedicionarios subieron las cuatro leguas (en realidad son como 19 KM de constante ascenso) hasta el puerto que divide las tres cimas. Nos dice Ramírez: “sobre este cerro hacen otros tres cerros apilonados: subimos en el que cae al sur, desde donde se vio el mar, el cual nos quedaba meramente al sur.” Era el menor de los tres picos y desde su cima vieron cómo “se perdía de vista sin que ni de la parte del oriente, de donde venimos, ni de la parte del poniente subiera mar alguno hacia el norte o noroeste.” Y así era, desde esa cima únicamente se alcanza a ver el desierto de Sonora extendiéndose hasta perderse en el horizonte, mientras que hacia el Sur se logra discernir el azul del mar.

Después bajaron a pernoctar en el puerto situado entre los picos y un día después subieron a la cima más alta, la más difícil, la situada al Norte, donde “por ser tan alto y un género de cascajal de piedra tezontle, como lo es todo este grandísimo cerro, que temía acabar primero con la vida que con la empresa.” Hace pocos años subimos el volcán. Fue un ascenso que duró tres días, y pernoctamos en el puerto que se menciona más adelante, el mismo en donde pasaron la noche esos expedicionarios. En seguida muestro el video de ese ascenso.

Pinacate
(Debo agregar la siguiente información. Se le ha dado el nombre del Pinacate, debido a que el color de la roca allí es negra, lo que recuerda al artrópodo que se encuentra en toda la región, del género Aleodes. 

La región es extremadamente calurosa y desértica, por lo que se escoge marzo, cuando aún las mañanas son frías y los días más templados, como temporada para el ascenso. 

Por otro lado, también en marzo, y dependiendo de cómo haya sido la temporada de lluvias invernales, el suelo del desierto se cubre en mayor o menor grado de alfombras de flores, las que pintan todo el paisaje de diferentes colores, las que hacen creer que en realidad no es tan árida esa región). 


 Video de un ascenso al Pinacate, realizado con motivo del tricentenario de Kino

Desde su cima alcanzaron a ver “con más individualidad, lo que habíamos visto la tarde antecedente, y que con esta continuación de ambas tierras y paso por tierra a la California, y vimos que su Sierra Madre de la California corre de sur a norte hasta a donde remata el mar y que una punta se pega con una bahía que fray Manuel  llama la ría, por ser el desemboque del Río Colorado en el remate de la mar de la California.”

Habían logrado su objetivo y regresaron a Dolores, donde Ramírez pasó en limpio su informe. Sin embargo, estando allí recibieron una noticia que echaba a la basura lo logrado. Fuensaldaña acababa de morir.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Un barco entre Sonora y California?

El misionero Eusebio Francisco Kino se encontraba frente a otra opción promovida por el Padre Juan María Salvatierra, quien después de acompañarlo al delta del Colorado en 1701 y conocer personalmente el desierto sonorense decidió fundar el puerto de San José de Guaymas para abastecer marítimamente las misiones califórnicas en vez de la ruta por tierra, de la ruta del desierto que promovía nuestro misionero.

Esta iniciativa de Salvatierra, que tal vez como premio por su iniciativa había sido nombrado Provincial Jesuita para el trienio 1704-1707, cambiaba los planes de Kino, quien para estar en armonía con el proyecto de Salvatierra decidió encontrar otra ruta hacia California por mar, no por tierra, y así cambió su objetivo. El 19 de enero de 1706 partía, acompañado del Padre Gerónimo Minutuli hacia el al suroeste a recorrer la costa de Caborca, que era región de transición entre Pimas y Seris.

Ruta de la expedicion de Kino en Enero de 1706
De esta manera, según nos narra Kino: “fue Dios servido que juntamente descubrimos … de este seno de la mar de la California una isla grande, que tendrá como tres leguas de ancho de oriente a poniente, y como siete u ocho leguas de largo de Norte a Sur, y no distaba  de esta tierra firme o costa que como seis o siete leguas.”  Ese texto nos dice que no la identificó como la misma que habían divisado desde el lado sur al inicio de su labor apostólica en la Pimería Alta hacía 21 años; de cualquier manera, hoy sabemos que indudablemente se trató de la Isla del Tiburón. No hay otra en la región con dimensiones que se aproximen a esas que, también erróneamente, le asignó, ya que es aún más grande, porque una legua equivale a unos 4 KM.

Pero eso no fue todo: “… Al rumbo de noroeste de esta referida isla … en distancia como de tres leguas, el día siguiente, 22 de enero, desde un altillo descubrimos muy patentemente otro grande pedazo de tierra, al parecer califórnica, y aunque estuvimos con alguna duda de si ella sería también isla, o si sería tierra contigua y continuada o continente con la misma California, nos persuadimos ésta sería aquella puerta de la California que … se extiende mucho hacia el oriente… y vimos que no distaba de nosotros más que como nueve o diez leguas” Ese trozo de tierra que alcanzaron a divisar en lontananza debió ser la Isla Angel de la Guarda, que se encuentra como a 75 Km (unas 19 leguas) del punto de donde la atisbaron.

Juan de Ugarte
De cualquier manera, de inmediato Kino asoció la proximidad de esas tierras con la posibilidad de utilizarlas como estaciones intermedias para abastecer las misiones califórnicas, y así renació su proyecto de construcción de un barco en Sonora. Vino después una serie de cartas entre nuestro misionero y otro gran Jesuita de la obra misionera en California, Juan de Ugarte, quien ya había disuadido a Salvatierra cuando éste quiso desmantelar el esfuerzo misional en California durante la época más difícil del avance califórnico y ahora lo había suplido como Rector de California. El era el más indicado para colaborar con Kino para establecer una nueva ruta de abastecimiento hacia California.

Años después, Ugarte construiría el primer barco hecho en California y realizó algunos viajes exploratorios a lo largo de la, hoy sabemos, península. Sin embargo, entonces estaba convencido de que era incosteable construir uno y trató de disuadir a Kino contra su proyecto de hacer uno en Sonora: “me es preciso prevenir a V.R. como quien tiene a mucha costa experiencia de barcos… Digo, pues, que aunque V.R. tenga maderas y tenga gentes y aún oficiales para fabricar; aunque hubiera hierro, velas, cables, estopa, brea y en la playa buen bole para arrojar al agua el lanchón…” sería mejor “…comprar una lancha hecha, con anclas, cables y velas; ahorrarán más de la mitad del gasto y, lo mas preciso o más precioso, el tiempo.”

Sin embargo, Kino no hizo caso, ya tenía adelantado su barco: “Con el favor del cielo, no tendremos particular dificultad, pues tengo aquí, en casa, en este pueblo de Nuestra Señora de los Dolores, la mayor parte de las maderas labradas para un barquillo acuartelado, que con unas buenas mulas de recuas con facilidad, con los demás tablones que tengo en Nuestra Señora de la Concepción del Caborca,  ya muy cerca de la mar, las podremos llevar hasta las orillas de este seno…”

Un madero en un dintel de las ruinas de la mision de Cocóspera
Pasarían los años, y esa idea que germinaba entonces en la mente de nuestro quijotesco misionero no lograría ver su fruto. Jamás se logró atravesar el desierto sonorense jalando los maderos de ese barco.  Esa hubiera sido una imagen icónica que actualmente representara la ideología norsonorense, imagen que tal vez, quizás tal vez, hubiera transformado la historia de nuestra región.

Pero en cuanto al destino que tuvieron aquellos maderos, quién sabe en dónde hayan quedado, tal vez en alguna fogata para calentar alguna noche invernal sonorense, tal vez como dintel de alguna puerta o alguna ventana en algún edificio...

De esa idea sólo nos quedó la huella de la tinta esparcida por una pluma de ave sobre un papel, la que ha servido para informar a este artículo.

 

lunes, 3 de octubre de 2011

El ritual de la peregrinación anual a Magdalena

En el anterior artículo de esta serie traté sobre las raíces prehispanas  de la peregrinación anual a Magdalena. Actualmente, esta peregrinación ocurre anualmente al aproximarse el 4 de octubre, temporada que anuncia el cordonazo de San Francisco, cuando se presentan los huracanes que auguran la madurez de la naturaleza y el inicio de su periodo de latencia, cuando cambia precisamente en estas fechas el clima regional, de caluroso a templado y a frío. Así,  vemos a miles de peregrinos acudir a Magdalena desde toda la región: del suroeste estadounidense y del noroeste mexicano. Lo mismo nogalenses que del río de Sonora o de otras regiones; igualmente indígenas Ojódam (o pápagos) que Yaquis o de otras etnias; ya sea mestizos mexicanos o estadounidenses. Unos a pie, otros en autos o bien en cabalgatas. Son peregrinaciones que pueden durar menos de un día o, dependiendo de la distancia que los separa de Magdalena, hasta tres o cuatro.

Una cabalgata procedente de Arizpe, el 2010, saliendo del rancho Agua Fría
Las razones que han motivado estas peregrinaciones han variado a través del tiempo. Mientras que en lo prehispano tuvieron un ingrediente ideológico asociado con el comercio de la concha, como vimos en el artículo anterior, para cuando se da el contacto europeo con lo indígena, el motivo ideológico se había asociado a los periodos vitales anuales de la naturaleza, a la época de cosecha del maíz y de los demás vegetales propios de la temporada. Esto lo festejaban los nativos con borracheras de tesgüín (el fruto principal de la temporada, el maíz, era fermentado y convertido en un propiciador de la comunicación con el más allá) y así agradecían los frutos que habían cosechado durante ese año. Esa es, para empezar, la razón por la que se realiza la caminata precisamente en esta temporada.

Desayunando durante una cabalgata el 2010
Además, y en particular pasando por la región de Magdalena, desde tiempos inmemoriales debió haber otras peregrinaciones importantísimas de las que se desconocen sus  detalles, aunque nos quedaron sus vestigios. Una, ya mencionada antes, fue la de la concha destinada a Paquimé, Chihuahua.

Uno de los hornos de pedernal que se encuentran cerca de Magdalena
Pero hubo, además, otras que estuvieron relacionadas con la recolección del pedernal para fabricar herramientas. Este mineral aflora naturalmente hacia el este de Magdalena, y en esa región podemos encontrar sitios arqueológicos con hornos donde se despedazaba el pedernal utilizando el fuego, que posteriormente era comercializado hacia otras regiones, ya que en los sitios arqueológicos del Norte de Sonora se pueden encontrar esas rocas prcisamente. Igualmente nos encontramos en esos contornos literalmente con centenares de almacenes para guardar quién sabe qué (y de los cuales hasta pinturas nos heredaron los indígenas). Finalmente, encontramos por allí manifestaciones de un culto asociado con la lluvia, ya que en las rocas de la comarca  podemos también ver unas curiosas serpientes grabadas en la piedra que servían para conducir y recolectar el agua de la lluvia en rituales religiosos hoy olvidados aunque,  por esos vestigios, sabemos que los hubo.

Un alto en el camino durante la cabalgata anual de Arizpe a Magdalena
Y vinieron los europeos, y encontraron rituales indígenas relacionados con la temporada de madurez cíclica de la naturaleza.  Y los misioneros Jesuitas, como Eusebio Francisco Kino, intentaron imponer el calendario religioso cristiano sobre el calendario ideológico prehispano. Entre otras, su fecha más importante, el 3 de diciembre, aniversario de la muerte de San Francisco Xavier, fundador Jesuita y patrono de Kino, de quien hasta el nombre adoptó. Sin embargo, los indígenas no entendieron ese cambio, ¿Porqué celebrar la naturaleza en diciembre, cuando el frío invernal impera sobre la región y ésta se encuentra en su periodo de latencia? De cualquier manera, como otro ingrediente ideológico más de la peregrinación actual, de esa época nos quedó el culto al santo acostado, a San Francisco Xavier.

Después, los Jesuitas fueron reemplazados en 1768 por la Orden de los Franciscanos, cuyo fundador, San Francisco de Asís, también es el Santo Patrón de los Animales y del Medio Ambiente. Pero además sucede que el santo murió un 3 de octubre y la Iglesia lo conmemora el día siguiente. Y así ocurrió que los indígenas percibieron que la conmemoración principal de los Franciscanos coincidía con la propia; es decir, se honraba a San Francisco cuando ellos celebraban el fin del ciclo anual de vida de la tierra con sus borracheras, y así se sincretizaron en ese día la conmemoración cristiana y la indígena asociada con el culto a la tierra. De esta manera se conservó el culto a San Francisco Xavier, pero venerado el día en que el santoral católico recuerda a San Francisco de Asís. de esta manera surgió otro ingrediente más de la conmemoración.

En 1832 la iglesia actual de Magdalena fue concluida y dedicada para recibir a miles de indígenas, Pimas y Pápagos. Para entonces, este evento anual en Magdalena era ya una tradición establecida, lo que llevó a que en Magdalena fuera establecida en 1862 una feria anual, ocasión que les daba a los indígenas la oportunidad  de acudir allí a adquirir productos, que en su mente era vista con reminiscencias de sus antiguas peregrinaciones por la concha, por la sal marina. Pero además, a los criollos y mestizos la feria les dio la oportunidad de acudir también a las fiestas, no haciendo Mandas como actualmente sino a celebrar a San Francisco.  Y así se incorporó el elemento comercial a la festividad magdalenense moderna.

Pasaron los años, y al ser descubiertos en 1966 los restos del misionero Eusebio Francisco Kino, su veneración se agregó a estos rituales. Actualmente, al aproximarse la fiesta anual de Magdalena, la plaza se llena de puestos de alimentos que evocan la feria establecida en el siglo XIX, mientras que miles de peregrinos, muchos de ellos todavía indígenas, aunque la mayoría son mestizos, llegan procedentes de Arizona y de Sonora buscando, los primeros revivir sus antiguas tradiciones y los segundos, a través de ese sacrificio, que una petición personal  les sea cumplida por la deidad, sea ésta  San Francisco (de Asís o Xavier), Juan Soldado o San Judas Tadeo.

La cabalgata procedente de Arizpe, llegando a Magdalena el 2009




domingo, 2 de octubre de 2011

Las raíces prehistóricas de la peregrinación a Magdalena

Las peregrinaciones son, en todo el mundo, expresiones importantísimas que expresan los sentimientos, las raíces y la cultura de sus sociedades. Y aunque existen peregrinaciones en casi todos los continentes, las más conocidas ocurren en el Oriente Medio, en Asia y América. Y precisamente en este último continente, en particular en México, la más popular es la de la Virgen de Guadalupe, mientras que en nuestra región, Norte de Sonora, la peregrinación anual a Magdalena ocupa un lugar primordial.

Los análisis de las peregrinaciones les reconocen tres elementos principales:
  • la edificación de un mundo idealizado, 
  • la construcción de un nuevo centro del mundo y 
  • la expresión de una renovación espiritual.
Analicemos, pues, la peregrinación de Magdalena bajo estas perspectivas.

Pequeño grupo de caminantes a Magdalena el 2011, ya casi llegando a su destino
La primera, la manifestación de una idealización existencial. En nuestro caso, tenemos que un sacrificio, la caminata, se recompensa con el cumplimiento de una petición personal. Esta es la  interpretación que tiene el peregrino que intenta mejorar económicamente o bien la salud propia o la de un pariente o cualquier otra petición, y realiza el sacrificio de la caminata intentando conseguirla. Pero eso no es todo. También está, como un elemento asociado reciente, el surgimiento de aquellos que por alguna circunstancia no pueden realizar el sacrificio de la caminata, y a cambio prometen instalar una estación en algún lugar de la ruta, y ofrecen a los peregrinos ya sea comida, bebida o bien estaciones de descanso a los peregrinos en forma gratuita.  Es decir, para nuestro habitante regional contemporáneo, un premio requiere de un sacrificio temporal previo, y la caminata, o Manda como también se le conoce, que ocurre en estos días de octubre y en esta región, constituyen la ocasión y el espacio propicios para buscar esa recompensa.

La segunda, la construcción de un nuevo centro del mundo, se representa anualmente en el norte de Sonora cuando miles de peregrinos acuden a Magdalena convirtiéndola, así,  en el centro espiritual norsonorense. Y cuando se pregunta uno ¿porqué Magdalena? ¿Porqué en estas fechas de Octubre? tenemos que la respuesta, desafortunadamente, no cabe en este espacio, por lo que en el próximo artículo la cubriré.

Finalmente, el tercer elemento, la renovación espiritual, se alcanza cuando el caminante regresa de su sacrificio, vuelve de la caminata que realizó a Magdalena al lugar habitual donde vive (que en el caso de los habitantes de Nogales es de poco más de 80 KM), pero regresa transformado en un ser humano nuevo, con metas y logros que lo hacen diferente a como era antes de su Manda. Es decir, la Manda es una oportunidad de renovación; el derecho adquirido a un nuevo comienzo a través de ese sacrificio.

Ahora bien, no se conocen los orígenes de esta peregrinación, porque no existen documentos relacionados, aunque es probable que tenga raíces prehispanas, raíces no locales sino regionales. Expliquémonos: se sabe que la nuestra fue una región que participó en redes de comercio continentales que se remontan al primer milenio de la Era Cristiana, o sea más de quinientos años antes de la llegada de Colón a América. En el altiplano central del actual México, después de la caída de Teotihuacán (aprox. 650 DC), ciudad que tenía una función comercial primordial, surgió Tula cuya culminación (900 a 1150 DC) ocurrió cuando germinaron importantes redes comerciales que la ligaban al Sur con Centroamérica y al Norte con el comercio de la turquesa del suroeste estadounidense actual. La turquesa fue la piedra azul-verde más apreciada en el mundo prehispano. Pero también surgió el comercio de la concha del abulón. No fue por coincidencia que al Padre Eusebio Francisco Kino le llamó la atención esta concha que únicamente existe en la contracosta, del Pacífico.

El esqueleto de la guacamaya encontrado en Nogales, Arizona
Ejemplos locales y regionales de estas redes de comercio abundan; entre ellas, el descubrimiento reciente, en un sitio arqueológico en Nogales, Arizona, del esqueleto de una guacamaya de 8 semanas de nacida. Esta es una especie de ave que no vive en forma silvestre aquí, pero que era muy apreciada por el arte plumario prehispano. Es decir, alguien trajo al actual Nogales entre los años 800 a 1,150 DC, que es la época de ocupación del sitio, a esa guacamaya desde al menos el actual Sinaloa, que es donde vive el ara militaris, especie a la que perteneció el esqueleto.

Figura encontrada en Tula, Hidalgo, de ca. 900 DC

También está, ahora en el ámbito continental, el hallazgo en la ciudad prehispana de Paquimé (que alcanza su clímax entre 1200 y 1400 DC), en Chihuahua, de más de 3 millones de conchas marinas procedentes del Pacífico. O ya finalmente, y como corolario ilustrativo que engloba a todas estas redes de comercio prehispano, existe una figura encontrada en una investigación arqueológica en Tula, Hidalgo: la cabeza de un felino emplumado con las fauces abiertas de las que surge una cabeza humana. Pues bien, debo agregar que su base fue realizada con cerámica procedente de Guatemala, las plumas fueron hechas con conchas marinas procedentes de Sinaloa y, finalmente, el cabello y la barba del personaje tienen manufactura realizada con concha de abulón de Baja California (Las conchas azules de Kino).

Frente a estos y otros ejemplos similares, surgen las preguntas: ¿Cómo llegaron esas conchas, esas aves, allí? Pero además: ¿Cual fue la naturaleza de la participación de los antiguos habitantes de nuestra zona, intermedia entre fuente y destino, dentro de esas redes de comercio?

La respuesta es sencilla: su papel fue, o bien obligados o de naturaleza ideológica. Ahora bien, en cuanto a la primera, obligados, sería imposible, ya que la enorme geografía pimalteña o sonorense imposibilitaría forzar a los indígenas, que contaban con nuestros enormes espacios, para dispersarse y evadir los intentos para sojuzgarlos. Esto lo verificarían después los misioneros y militares europeos.

La Kiva de Cañon Chaco
Así, la única razón para que los antiguos pimalteños participaran en esas redes comerciales debió ser de naturaleza ideológica. Y precisamente sobre esta interpretación contamos, afortunadamente, con ejemplos como el de Cañón de Chaco, en Nuevo México actual, que gracias a investigaciones arqueológicas se ha encontrado que sirvieron de centro periódico de peregrinaciones prehispanas relacionadas con el comercio de la turquesa. O ya más cerca de nosotros, los rituales históricos de los Navajo, de los Indios Pueblo, los Pima y Pápago, relacionados con la colecta, anual coincidentemente, de sal del Golfo de California, que a su vez son vestigios de aquellas redes de comercio de sal y de conchas marinas que mencioné anteriormente. Todas esas son las raíces prehispanas de la peregrinación anual a Magdalena sobre la que hablaré más en el próximo de esta serie.